Entrevista a Alfredo Rubio de Castarlenas

Las fiestas de Navidad están envueltas en un recuerdo de lo judío, de Palestina… No es mal momento para invitar a sentarse en una misma mesa, con ambiente cordial y distendido, a personas especialistas en estos mundos que hoy se empeñan en ser tan conflictivos: Israel y el Islam. Por esto, el Ámbito María Corral en la XXXIX Cena Hora Europea; celebrada el pasado mes de diciembre, trató el tema del retorno judeo-árabe a España. Don Alfredo Rubio redactó el texto que se publicó en la convocatoria de la cena para centrar el diálogo. Tomaron parte en él como ponentes: Teresa Losada, doctora en Filología Semítica, árabe- islámica, directora del Centro Bayt al-Thagafa de Barcelona; Mario Muchnik, escritor y editor; y Carles Sentís, presidente-decano del Colegio de Periodistas de Cataluña. Hablamos con Alfredo Rubio que, con su habitual profunda y cálida palabra, nos comenta sus impresiones sobre este coloquio.

— ¿Podemos realmente, hablar de un retorno judeo-árabe a España?

«Son impresionantes las cifras que se dieron de la actual pacífica invasión de Europa por parte de diversos pueblos y razas, todos ellos mahometanos. Ocho millones de árabes-musulmanes viven en los países del Mercado Común. Hay colegios en Francia en que el 60% de los niños son árabes. En Cataluña, la Generalitat ha organizado para los alumnos de estas etnias clases en árabe en las escuelas y ha decretado que se respeten sus costumbres alimenticias en guarderías e internados».

— ¿Qué tipo de retorno árabe se está efectuando?

«Es un retorno en tres dimensiones: una de personas, a veces, muy necesitadas de ayuda, de trabajo, etc., otra —paradójicamente— de petrodólares que compran bancos y tantas otras cosas en nuestro ámbito nacional, y una tercera dimensión que resume las dos anteriores, profundamente cultural- religiosa. Muestra de ello son las mezquitas construidas por mecenas árabes para congregar y hacer comunidad de creyentes con toda esa gente sencilla que viene en busca de una situación mejor».

— ¿Y cómo regresan los judíos?

«Estos vuelven menos porque no se fueron tantos, especialmente en Cataluña y Baleares. Vinieron ya muchos a Barcelona durante la guerra europea del 18. Naturalmente, el ponente de la Cena especialista en lo judío afirmaba que no era correcto hablar utilizando el sujeto global de los judíos. Como con los españoles o con los franceses hay de todo. Gente inteligente o menos, artistas, obreros, más ricos y más pobres, más buenos o más malos. Sin embargo, estas fáciles generalizaciones que hace la gente les ha costado muchas apasionadas persecuciones. Por ejemplo, se negaba que se pudiera afirmar que hay poderosos medios de comunicación social internacionales en manos de los judíos; lo que sí hay son judíos que poseen grandes periódicos —el New York Times—, cadenas de televisión, etc., como otras están en manos de gente protestante, budista… Hablar siempre de los judíos, como hablar de los gitanos, sin tener en cuenta que, ante todo, son individuos con personalidad responsable es emplear un lenguaje, aún sin querer, discriminatorio y, en el fondo, racista.

— ¿A qué se debe que la gente, en general, persiste en estas formas de hablar?

«Yo diría que a un ancestral error sobre la naturaleza. Se creía que el varón tenía toda la semilla y que la mujer era sólo como la tierra. En este supuesto, las culpas del padre eran participadas por su descendencia, ya que ésta estaba condenada en él, y era, en cierto modo, copartícipe de su actuación. De ahí que las venganzas —las vendetas— estuvieran justificadas hasta la tercera y cuarta generación, o más, incluso a través de los siglos. Pero la naturaleza no es así. Los hijos antes de ser engendrados no existían en ninguna parte. Son fruto de la media semilla que aporta el varón y de otra media semilla que aporta la mujer. Depende de con quién se casen el que nazcan unos hijos u otros. Por ello, cada niño es un hombre nuevo, que está ciertamente condicionado por la historia y las circunstancias de sus padres, pero él no tiene culpa de nada de lo ocurrido antes pues, sencillamente, no existía.

Parece gracioso. Carlos V engendró a Felipe II y a Juan de Austria. Todo el mundo consideraba que los dos eran plenamente hijos del emperador, el primero sembrado en tierra legítima, su esposa Isabel de Portugal, y el otro sembrado en un huerto ilegítimo, pero esa era la única diferencia entre los dos hermanos. No se sabía entonces que las mujeres tenían óvulo».

—Y esto realmente, ¿tiene consecuencias en la historia?

«Sí. Muchas, y a veces impensadas. Cuando algunos alemanes se dan cuenta de que cada individuo es un ser nuevo, se refugian en dar más importancia a la raza que a los individuos. Se supeditan éstos a entrecruzamientos para lograr una raza pura, la aria, y se vuelven racistas en contra de las otras. Por otra parte, nos ha de hacer más humildes saber que no somos tampoco partícipes de las posibles glorias de nuestros antepasados, pues tampoco existíamos».

Alfredo Rubio de Castarlenas

Publicado en:
El Día de Tenerife, febrero de 1988.

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