Unas palabras finales de esta reunión que propiamente acabará en este Ágape en honor de Clemente, en su aniversario que es fiesta, porque es su entrada y nacimiento en el Cielo.

Estas palabras son final de esta reunión, pero precisamente porque esa reunión ha sido aquí, en este antiguo monasterio de San Jerónimo de la Murtra.

 

Esta capilla tiene una puerta que da al exterior. Eso quiere decir que es una capilla para todos y para la gente que venga incluso del exterior, una capilla abierta. Lo primero que se ve en ella es este cuadro de doña Francisca Güell, la que inspiró realmente esta área de silencio, de soledad que bien sabéis tenemos esta advocación sobre el Sagrado Corazón de Jesús: Mente Sagrada de Jesús, únenos en la verdad. Es curioso que doña Francisca había pintado también un cuadro del Sagrado Corazón de Jesús de cuerpo entero, y lo teníamos enmarcado, y aquí está. Tiene una leyenda muy anterior en que dice que Jesús es la Verdad. Yo no me había dado cuenta ninguna de que cuando surgió esta jaculatoria –únenos en la Verdad, Dios es la Verdad– pues esto ya estaba puesto por doña Francisca antes. Pues bien, vemos que Dios es verdad. Y hace poco estábamos diciendo, y hemos comentado estos días que Dios es verdad, es bien y es belleza. Pues bien, la gente que han de venir aquí, cuando lleguen, aun antes de entrar en esta capilla o de cruzar la Murtra por dentro, han de encontrar fuera y dentro un mensaje de Dios, Dios belleza en que esto esté hermoso, que en los balcones haya flores, que haya flores en el claustro, este tapiz verde tan maravilloso, cuidar bien de los árboles, colocar este viejo edificio con la restauración necesaria y suficiente, pero que sea esplendoroso, hermosearlo con toda esta humildad, simplicidad, sencillez y hasta pobreza, pero muy hermoso en los detalles. Para los antiguos, los que vinimos por primera vez a este santuario, que era una pura ruina, qué gozo, cómo se exulta nuestro espíritu al venir ahora e irlo viendo en todos sus detalles. ¡Cómo habéis trabajado los que habéis trabajado aquí especialmente, con qué laboriosidad, con qué perseverancia, con qué esfuerzo, con qué sacrificio demostrando vuestro amor así! ¡Qué hermoso, cómo habéis ido poniendo esto en belleza, en los detalles, en cuidar las cosas! Nada más entrar, quién recuerda lo que era este claustro, y nada más verlo ahora así con ese tapiz tan verde. Y digo esto como un símbolo de todo lo demás que habéis ido haciendo con tanta heroicidad, para que sea, nada más llegar, un mensaje de belleza. Y por ahí alcanzarán otros, o muchos, a Dios en ese mensaje que es camino –la belleza- para la infinita belleza. Luego, aquí dentro, en este ambiente encontrarán un bien fundamental, un bien necesario para todo el que viene: la soledad y el silencio. Sólo en la soledad y el silencio uno es capaz de recibir el bien. Si uno no está en soledad y silencio, no es capaz de recibir la lluvia. Es como si tuviéramos un paraguas abierto que, aunque llueva, nos resbala, y no nos empapamos de esta lluvia. Sólo en la soledad y el silencio podemos percibir, entender, recibir y hacer nuestros todos los dones de Dios. Y gracias a esto, también podrán llegar aquí a ver que Dios es la suprema verdad. Nos ayudará mucho que muchos que vendrán aquí, gracias a la Universitas Albertiana, a la Murtra II, encontrarán una cantera para ahondar en la verdad de Dios. Y también en esta Murtra III, que es una cartuja baja de expansión para poder llevar lejos a América, y a través de América a Asia, como pasó con Filipinas desde América; o bien desde el Occidente hacia el Oriente a través de África por esas paradas que hizo san Francisco Javier en la costa africana del Índico y llegar hasta la China pasando también por el Japón, es decir, por esta otra ruta, poder expandir esta belleza, este bien y esta verdad.

 

Realmente la Murtra es un regalo de Clemente, un auténtico regalo de Clemente desde el más primer principio. Fue él y por él que estamos aquí, y ahora él, como decía Agustín, es la primera vez que celebramos que Clemente está en su casa.

 

Yo doy las gracias, os alabo a los que hacéis posible todo esto. Os alabo, yo os lo agradezco, y que ojalá todos os ayudemos en todo momento todo lo posible para vuestra labor aquí en la Murtra, que es tan grande, que seguirá siendo grande, y por ello, llena de humildad, servicio de Dios. Pues gracias a todos por lo bien que lo estáis haciendo. A ser posible, que esto sea un instrumento de belleza, de bien y de verdad.

 

Alfredo Rubio de Castarlenas

Homilía de 15 de Julio de 1992 en la capilla del Monasterio de Sant Jeroni de la Murtra

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