Esta tarde los que me habéis acompañado sabéis bien que hemos ido a la Murtra. Allí he tenido unos ratos de conversación con Lourdes Flaviá. Realmente la situación de América es muy dura en algunos países, de grandes injusticias sociales. Y allí hay violencia por una parte, violencia por otra, los dos extremos no hacen más que combatirse y, ¡pobres!, utilizan de carne de cañón a la pobre juventud que depende del que le hable primero, pues éste es el que le manipula y se queda convencido, y si le hablan primero unos, se va con unos, y si le hablan primero otros, se va con otros, creyendo en ambos casos que están haciendo con su vida un holocausto gloriosísimo, y claro que lo hacen, ¡pobres!, porque si se lo creen en serio ¡vaya si Dios se lo tendrá en cuenta, ya estén en un bando, ya estén en otro! Lo malo son los que los manipulan y los hacen carne de cañón para conseguir la conquista del poder, o retenerlo si lo tienen, o conquistarlo si no lo tienen, porque desean el poder. Para lo cual no escatiman en víctimas, toda la juventud muere, ¡qué pena! Y hay unos grandes hechos ciertamente de injusticias, de riquezas sociales, etc.

 

Pues bien, aquí tenemos la carta de san Pablo a los Corintios escrita hace casi dos mil años. Los corintios eran una población de Grecia; Grecia seguía siendo muy importante todavía a pesar de que la había desbancado del imperio el Imperio Romano, pero tenía todavía una gran importancia cultural y comercial. El puerto de Corinto era muy importante comercialmente, entre otras cosas porque todavía hoy son famosas las uvas de Corinto, que eran unas uvas ya entonces que no tenían huesos, y son las que se utilizan para hacer pasas y, claro, son muy apreciadas precisamente por eso, porque no tienen huesos; y las exportaban al mundo de entonces, de todo el Mediterráneo, de Roma, llegaban a todas partes las pasas de Corinto. Era una de sus actividades comerciales, era muy floreciente. Había allí muchas personas ricas, comerciantes, y muchos, convertidos al cristianismo por san Pablo, formaban allí esta Iglesia de Corinto que le daba bastantes dolores de cabeza al pobre Pablo, porque todos querían mandar, todos querían hacerse cabeza. Por otra parte, había bastantes ricos, otros en cambio pobres, y había problemas. Y en esta carta a los Corintios les dice: Hermanos, ya que sobresalís en todo en la fe, en la palabra, en el conocimiento, en el empeño y en el cariño que nos tenéis, distinguíos también ahora por vuestra generosidad –eran muchos y eran ricos, como digo–. Bien sabéis lo generoso que ha sido nuestro Señor Jesucristo, siendo rico, por vosotros se hizo pobre, para que vosotros con su pobreza os hagáis ricos –en el Espíritu, claro–. Pues no se trata de aliviar a otro pasando vosotros estrecheces, se trata de nivelar. En esta línea y media, que no llega a y media, hay todo un tratado de economía con visión cristiana; no se trata de que los ricos den limosnas, tantas que ellos pasen estrecheces, no; y sin embargo hoy es lo que priva mucha veces en la gente con revanchas, que las personas que son ricas porque han trabajado mucho, porque han trabajado toda su vida y con mucho ahínco y bien, y han montado industrias y han sido empresarios y tal, querrían o matarlos o quitarles todo lo que han conseguido con su inteligencia y su trabajo, y usufructuarlo los que quizá no han sabido ni trabajar ni dar golpe. Bueno, eso no es justo. Otros en cambio quieren atesorar y atesorar y no son nada generosos, no quieren compartir nada. Y aquí san Pablo pone el dedo en la llaga con toda precisión: no se trata de aliviar a otros pasando vosotros estrecheces, se trata de nivelar. Realmente no se predica esto mucho, cuando hay tantos problemas económicos y sociales por el mundo.

 

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Alfredo Rubio de Castarlenas

Homilía de 23 de Junio de 1988 posiblemente en Barcelona

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