Este evangelio es un misterio para mí , no el texto, porque podría parecer que sí son las verdades reveladas por Dios las que son Misterios: la Santísima Trinidad, el Misterio de la Encarnación, etc. En este pasaje no, el misterio para mí no está en lo que dice Jesús, está en otra parte. Porque Jesús aquí es muy claro. Dice: los antiguos os habían dicho que no rompierais un juramento que habíais hecho, teníais que cumplirlo, etc, pues yo os digo que no juréis nunca. Jesús dice eso muchas veces: os dijeron los antiguos que tal y cual, pues yo os digo…Los antiguos dijeron que nos os separéis de vuestra mujer sin darle un libelo de repudio , pues yo os digo que aquél que mira una mujer deseándola comete adulterio en su corazón, aunque no sea en acto. Ya adulteró en su corazón. Lo dice como un paso adelante dentro de esa línea de la doctrina. En este pasaje está clarísimo cuando dice: no juréis ni por el trono de Dios, porque jurar por el trono es jurar por Dios mismo; ni por vuestra cabeza, ¡nada no juréis!, decid no cuando tengáis que decir no, y basta.
Continúa Jesús: todo lo que añadáis a esto viene del maligno. Está clarísimo, Él sabrá porque es así. Pero el misterio que digo yo y que me tiene perplejo y un día eso quiero plantearlo muy seriamente a los teólogos, es cómo diciendo esto tan claro, luego la Iglesia parece que no se ha enterado y continuamente hace jurar a la gente en nombre de Dios. Recordáis cuantos países hacen jurar a sus ministros, al rey, jurar que guardarán la constitución, jurar sus cargos de ministerios, etc. A los mismos sacerdotes o a los candidatos al sacerdocio, cuando quieren ya ser admitidos a las órdenes, tienen que hacer un juramento anti modernista. Incluso ahora cuando hay un candidato, no sólo acepta la condición del celibato para ser sacerdote, sino que se lo hacen prometer, que es más que aceptar esta condición. Pero es que, además, en las maneras últimas: yo no, puramente me preguntaron esta es la condición, ¿acepta usted? Pues no lo ordenamos porque sí. Ahora hacen prometer y además hacen jurar, cosa que yo me quedé sorprendidísimo cuando los ordenados me lo dijeron.
¿Pero cómo se puede hacer jurar cuando hay ese evangelio tan claro: no juréis en nombre de Dios, ni por vuestra cabeza ni por nada? Decid sí, y no cuando tengáis que decir no, y lo que digáis más de esto, viene del maligno. No lo entiendo, no lo entiendo. Si alguno de vosotros tiene una explicación del porqué las cosas son así y no se contrapone una cosa a la otra, pues decídmelo. Si vosotros en vuestras clases, los sabios profesores que tenéis, os lo han explicado, comunicádmelo porque yo deseo enterarme. Si nadie os ha dicho nada y tenéis ocasión cuando frecuentéis estas aulas cimeras de la cultura, pues preguntádselo porque seguramente ellos lo deben de saber; porque si ellos tampoco lo entienden, pues tendrían que decírselo a los que organizan estas cosas para que digan que eso no está bien. O está bien, y entonces nos han de dar una explicación, o no está bien y entonces también se la han de dar. No quiero hacer juicios ni condenar a nadie, lo que quiero es que me lo expliquen, y si no hay explicación, realmente entonces valdría la pena insinuarlo, decir: eso hay que modificarlo.
Veo caras atribuladas aquí de estudiantes que están de exámenes, pero que acabarán pronto y se quedarán tranquilos. Tendrán alegría y tiempo para preguntar después de que les hayan examinado y ya sepan las notas. Preguntadles a los profesores a ver qué dicen sobre este tema. Y los que no tenemos exámenes ni estamos ya estudiando nada, ¡qué desgracia, eh!, pues claro, no tenemos ocasiones fáciles, por eso os lo pedimos a los que tenéis a los profesores a mano. A ver cómo nos lo explican porque éste es un punto que yo llevo muchos años tropezando en él y sin tener ocasión, o no atreverme, de plantearlo ya de una vez. Bueno, pues aquí todos los que tengáis ocasión, a lo mejor encontráis en alguno de los libros que leéis el porqué de esa aparente disociación entre la praxis y la doctrina.
Pero en fin, nosotros bien confiamos en María Inmaculada en este Año Santo Mariano, en esta capilla en que ella es la Sedis Sapientiae, patrona de la universidad, confiados en que ella sí sabe la respuesta, y cuando quiera ya nos la hará ver claramente.
Alfredo Rubio de Castarlenas
Homilía del Sábado 13 de junio de 1987 en la capilla de la Universidad de Barcelona.
Del libro «Homilías. Vol. II 1982-1995», publicado por Edimurtra