En este texto Pedro dice que no tiene oro ni plata, pero cura en las puertas del templo a aquel cojo de nacimiento de tantos años. Dice: “En aquellos días, el inválido que Pedro y Juan acababan de curar no se separaba de ellos.” Mucha peor invalidez que la de las piernas, que al fin y al cabo a veces se pueden curar con yeso, es la invalidez del espíritu. Cuando estamos en pecado, por experiencia quizá lo sabemos nosotros, ¡qué inválidos somos para hacer un acto de conversión, un acto de arrepentimiento, un acto de fe y vivir en el amor, que difícil! Sin embargo, Dios en su misericordia nos ha rescatado, salvado, perdonado y vuelto a situar en el Reino de Dios donde se da este milagro, que vencidos todos los egoísmos, las soberbias, las pasiones, nos amamos unos a otros lo mejor que podemos, deseando imitar como nos ama Cristo. Pues bien, esto es lo que pasa, pero sacamos la consecuencia que sacó este curado: no se separaba de ellos. De tan agradecido, de tan alegre de verse curado, no se separaba de Pedro, de Juan ni de los apóstoles. ¿Sabemos nosotros vivir felices, contentos y no separarnos de Cristo, no separarnos de los hermanos, que cada uno es miembro de Cristo? ¿Sabemos subir a la soledad y el silencio para estar unidos al Padre y desde ahí bajar raudos a saber estar también con los demás?
“Todo el pueblo entusiasmado corría también detrás de él.” El pueblo entusiasmado, israelitas entusiasmados de ver este milagro. Bueno, pasan muchos milagros a nuestro alrededor, sale el sol cada día, se abren las flores, ¡qué maravilla!, se siente la amistad y se ven esos milagros de Dios en las almas, ¿sabemos correr entusiasmados también detrás de Cristo?
“Israelitas, ¿por qué nos miráis así tan extraños?” claro, veían a Pedro y decían: este hombre ha hecho esto; bueno, no, es Dios, el Dios que es común, nuestro Dios de Abrahán que es el Dios de Cristo, es el que ha hecho esto, y por el poder y la intercesión de Cristo. Aquí les echa en cara cómo ellos habían preferido escoger al asesino, a Barrabás, en vez de a Jesús, y sin embargo Dios Padre le ha exaltado y es por la fe en su nombre que ellos han hecho este milagro.
Aquí hay otro matiz muy bonito. Pedro, a esos Israelitas que están en Jerusalén poco tiempo después de todo lo ocurrido, les dice: “Ya sé, hermanos…” Pedro, judío, a esos israelitas, que son hermanos, les llama hermanos a pesar de lo que han hecho, matar a Cristo, con lo cual quiere decir que les perdona, y lo que dice aquí es: Ya sé, hermanos, que ni vosotros ni vuestros dirigentes sabíais lo que hacíais cuando pedíais a Barrabás en vez de a Jesús. Son las palabras de Cristo en la cruz: “perdónales, Señor, no saben lo que hacen”. Yo decía que si ahora en cualquier revolución, de las que en cualquier momento puede haber en el mundo, nos hubieran apresado y nos fueran a matar, realmente a uno le costaría aceptar la muerte, la interrupción de tantos planes, etc, podía costar mucho, muchas cosas. Pero ¿perdónales?, eso sí que no costaría nada, porque realmente no sabían lo que hacían. Prendedme a mí que lo he dejado todo, y pudiendo ser mi vida, muy normal y buena en tantos sentidos normales de la vida, de ser catedrático, de estar casado, en fin, tener un desahogo en la vida normal, renuncié a esto para meterme en estos berenjenales de la vocación y de promover vocaciones, todo para que la gente sea más feliz en el Reino de los Cielos aquí. Porque sólo se puede ser feliz cuando, dejadas las ambiciones, las luchas, las prepotencias, dejado todo, esto se ama y se deja uno amar. Bueno, pues si me mataran por odio o por lo que fuera, ¡no saben lo que hacen! , porque mi vida ha sido para que incluso ellos, los que pudieran asesinarme, fueran también felices. Si lo supieran, ¿cómo me iban a matar? Luego si me mataran, no saben lo que hacen. O sea, decir este perdón que dijo Cristo en la cruz, lo que cuesta de hecho es la cruz, pero ¿perdonar?, facilísimo, no saben lo que hacen. Lo repite Pedro, dice: mira, ya estaba profetizado.
Fijaos que añade: “Y entonces, cuando vuestras culpas sean borradas, os hayáis arrepentido al conocer realmente lo que hicisteis tan injustamente, entonces el Señor hará venir tiempos de consolación.” Que prefirieron a Barrabás, que contribuyeron a que mataran a Cristo, a estos jefes que nombra aquí que tampoco sabían lo que hacían, causantes directos y empujando a Pilatos contra su propia voluntad para que hiciera lo que ellos querían, también Jesús está dispuesto a darles tiempo de consolación si se arrepienten.
Y sigue hablando de estas profecías para terminar con algo muy serio. “Vosotros sois los hijos de los profetas y herederos de la alianza que Dios hizo con vuestros padres, quien dijo a Abrahán: “todos los nacidos del país para bendecirte se valdrán de su descendencia”. Esto no lo acaban de entender los judíos. Todos los nacidos del país – filisteos, cananeos -, en fin, aquellos pueblos con los que ellos luchaban y mataban a todos en exterminio, aunque de todas maneras no acababan con todos, no podían. Dice: “Esta gente, para alabar al verdadero Dios, tendrá que recurrir al pueblo escogido.” Porque era el pueblo escogido, era realmente la revelación mejor que tenían del Dios verdadero.
“A vosotros, los primeros, Dios ahora, que ha presentado su sirviente, lo ha enviado para bendeciros – a los primeros, ¡ojo! -, pero también a los demás – y eso los judíos lo tenían que entender – y para que cada uno de vosotros se convierta de su maldad. “ Pero hay una frase antes: “El Señor vuestro Dios hará que se levante entre vuestros hermanos un profeta como yo”, dice Moisés: “Escuchad todo lo que os dirá, – añade esa frase tan tremenda – y el que no le escuche dejará de formar parte del pueblo, del pueblo escogido de Dios para iluminar a las naciones.” Es el Pueblo que fluye de Cristo, es la Iglesia, somos los cristianos; los judíos están llamados a ello en primer término porque es el antecedente del Pueblo escogido de Dios, pero los judíos que no escuchen las palabras de Cristo, dejan de ser del Pueblo escogido. Los judíos hoy todavía se creen que son el Pueblo escogido de Dios y conscientemente rechazan a Cristo, no se dan cuenta de que con esto, por muy judíos que sean étnicamente, no son ya el Pueblo escogido. Sin embargo, muchos, muchísimos, tienen esta conciencia: somos el Pueblo escogido de Dios. Están en la misma postura, en la misma ética que ellos se habían inventado, que decían por tradición babilónica que tenían, por las tradiciones de los pueblos de al lado cuando había guerra y ganaban: había que exterminar a todo el mundo, que no quedará nadie, ni niños, niñas, hombres, mujeres, ¡nadie!, el exterminio. ¿Cómo Dios podía tolerar esto? Por la dureza de su corazón y hubiera sido inútil. Por ejemplo, es lo que dice Jesús: uno con una. Y ¿por qué Moisés toleraba cuatro mujeres?, por la dureza de vuestro corazón, ¡Pueblo de dura cerviz! Evidentemente en el cristianismo matar a cuchillo a todos, eso no puede ser. Pues bien, ellos creen que si rechazan a Cristo, se creen el Pueblo escogido. ¿Matar a un judío?, es blasfemia porque es el Pueblo escogido de Dios. Pero el pueblo de Dios verdadero ilumina a todas las naciones para que sean cada vez más desarrollados, todo el mundo más él, desarrollando todas sus potencias, amándonos todos, que todos los pueblos vengan a recurrir al cristianismo para dar gloria a Dios. ¡Qué lejos están los judíos que no reconocen esto, qué errados están en creer que siguen siendo el Pueblo escogido de Dios!, porque si no aceptan a Cristo ya no lo son.
Que en esta gloria pascual tengamos la misma misericordia para ellos que tenía Pedro aquí: ¡no saben lo que hacen!
Alfredo Rubio de Castarlenas
Homilía del Miércoles 6 de abril de 1988 en Barcelona
Del libro «Homilías. Vol. II 1982-1995», publicado por Edimurtra