Yo estoy muy contento porque descubrí un día que hoy era mi cumpleaños, justo nueve meses antes de mi nacimiento. Bien, pues se ve que el día de la raza dijeron…, je, je, je. Y bueno, muy bien, pues me alegro de haber nacido a la existencia en ese primer instante de la concepción en fecha tan hermosa: la Virgen del Pilar. Bien. Encomendadme, pues.

 

Ayer, cuando comentábamos el Padrenuestro allí a la madre Carmen, como homenaje, como un regalo a sus 50 años de vida religiosa, pues hoy podíamos comentar también el Avemaría del cristiano, o sea, del que ya está en el Reino de Dios, porque ha entrado en él gracias a Cristo por el Bautismo y por la Penitencia, si fuera menester. Entonces, esta Avemaría se puede decir de otra manera a como también se decía por los labios de los judíos que querrían ser cristianos, o de los que suspiran desde fuera del Reino de los Cielos porque están todavía en el pecado, en que ya el Espíritu les mueve para que caminen a la total conversión.

Entonces, «Dios te salve María» era en aquel momento en que esto ocurría, que era el anuncio del ángel. Pero ahora este saludo ha de ser más actual, o sea, María ya está salvada. Ella de una manera distinta a nosotros, ella por la «inmaculatez», preservada del pecado. Y nosotros sacados de este pozo del pecado también. Pero ella ya está salvada desde el primer instante de la concepción, el día de su “virgen del pilar”, o sea, nueve meses antes de que naciera, está salvada. Por lo tanto, sencillamente con decirle «María», ya está dicho todo: María, la Inmaculada, la Salvada. No es aquel «Dios te salve María», un saludo que hace hablando al futuro. Ya pasó, ya está asumida a los Cielos.

 

«Llena eres de gracia», eso sí que es verdad, eso sigue siendo cierto, fue llena de gracia desde el primer momento de su Concepción, y ahora en los Cielos. María y llena de gracia.

 

«El Señor es contigo.» Esto es verdad también, es decir, ella, así como Cristo es el ápice, la cumbre de todo ser humano -Él que era hombre-, pues María que también era un ser humano, pues ella es la cumbre del género humano femenino. Nadie más, ella, la llena de gracia, está junto al Señor. María la llena de gracia, la más cercana al Señor, la más cercana a Papá, ese Dios que es Papá.

 

«Y bendita tú eres entre todas las mujeres.» Claro, eso es decirle que es la más cercana a Papá.

 

«Y bendito es el fruto de tu vientre.» «Madre» se puede traducir por «Madre del Cristo», el Mesías. O sea que podíamos reducir el Avemaría en la primera parte así: María llena de gracia, la más cercana a Papá -ese Dios que es Papá-, madre del Verbo Encarnado.

 

Luego lo de «Santa María.» Lo de «santa» …, ¡María!, con decir «María» ya está dicho todo.

 

«Ruega por nosotros.» No pecadores, porque estamos en el Reino de Dios, deseamos estar en gracia de Dios, queremos convertirnos y que Dios nos perdone, y Dios no niega el perdón. Ruega por nosotros que estamos en este Reino de Dios de la Tierra, y que ruegue también por nosotros en el tránsito de este Reino de Dios en la Tierra, al Reino de Dios de la Tierra y del Cielo renovados. Paz y fiesta.

 

De manera que es hermoso que en el día de la Virgen del Pilar ensayemos este Avemaría dicha en cristiano desde dentro del Reino de los Cielos aquí, con una total confianza, con un total abandono en esta maternidad de María, cuya fiesta fue ayer precisamente.

 

Pues bien, que la Virgen del Pilar, este Pilar, nos sirva de fortaleza, nos sirva de un Pilar de puente desde donde arrancamos el arco del puente y, como decía hace un momento Juan Miguel por teléfono cuando yo le decía lo de esa confianza de decir a Dios «Papá», es verdad, hay que llamarle Papá. Cuando uno tiene este sentimiento profundo dentro, y este hábito, este sentir, por lo tanto, hay una intimidad con Dios, un abandono confiado. Y es que de llamar a Dios «Papá» y sintiéndolo, brota el agua viva de la total confianza en Dios, esa confianza que la Humanidad de Jesús no pierde ni siquiera en el momento de expiar en la Cruz, que parece la situación más contradictoria a poder tener confianza en Dios, y sin embargo dice: «En tus manos encomiendo mi espíritu.» ¡La total confianza en Dios Padre! Y Él sabe por qué permitía aquello: «No se haga mi voluntad sino la tuya.» En aquel momento en que parecía que le había abandonado, pero no: «en tus manos encomiendo mi espíritu.» La total y absoluta confianza brota de llamar a Dios «Papá»: Abba, en tus manos encomiendo mi espíritu.

 

Y solamente desde el realismo existencial se ve que uno puede vivir el presente gozosamente si hay la aceptación total del pasado, y desde este pilar salta el arco de puente, que es el otro extremo lo que estamos diciendo ahora: la total confianza y abandono en Dios, que es mi Papá, nuestro Papá. Entonces, con la aceptación del pasado y esta confianza en Dios, es como podemos abandonarnos de verdad en este arco maravilloso de nuestro existir entre esos dos pilares, el pasado y el futuro, porque entonces podemos vivir gozosamente el presente. Y liberados de toda preocupación, de todo resentimiento y de toda angustia, es como podemos entonces trabajar de maravilla, ¡trabajar de maravilla!, en las cosas que hay que hacer cada día. ¡Qué maravilla!

 

Alfredo Rubio de Castarlenas

Homilía de 12 de Octubre de 1985

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