… en Barcelona han formado ya hace algún tiempo lo que se llama el «Teléfono de la Esperanza». Allí hay siempre 3 despachos con 3 teléfonos, 3 líneas, las 24 horas del día, todos los días de la semana, todos los días del año, incluso en Navidad, Año Nuevo, están allí al pie de este servicio. A veces, cuando son fiestas grandes, todavía hay más gente desesperada que se encuentra sola, y llaman y cada uno tiene mil problemas: unos que se quieren suicidar, otros que están con la jeringa en la mano para inyectarse, pero compañeros suyos han muerto por sobredosis y no saben lo que les va a pasar… En fin, hay casos, se puede escribir desde luego un libro, pero les digo eso porque quiero recordar un caso; un niño pequeño, 8 años, que llama al Teléfono de la Esperanza porque ha visto en el periódico el anuncio, y que llega a su casa después de salir del colegio, la casa está sola, está vacía porque sus padres trabajan, llegan más tarde, él está solo en casa y tiene miedo. Y encontró una solución: llamar al Teléfono de la Esperanza para sentir un poco de compañía. Y bueno, hablaron con él. Volvió a llamar otro día y les dijo: me han puesto unos deberes en el colegio que no sé hacerlos, ¿me podrían ustedes ayudar a hacerlos? Je, je…
Se interesaron, porque el Teléfono de la Esperanza da pistas a la gente, se interesan, está en conexión, desde hospitales, médicos, psicólogos, asistentas sociales, en fin, para poder prestar a la vez un buen servicio de ayuda; se interesaron por esta familia, ¿Qué pasaba? Este niño, familia, tenían abuelos, pero en el apartamento que tenían –los arquitectos se han prestado a la especulación del suelo y hacen muchos apartamentos, pero realmente pequeños, una entrada que ya da paso enseguida a una habitación, a un salón comedor, y una habitación para los padres, una habitación para los hijos, y cocina y baño y basta, y una terracita quizá– los abuelos no caben allí, ningún otro pariente cabe, y los abuelos sobran y los llevan a los asilos, a las residencias para ancianos. Y ahí está este niño, que tenía abuelos, solo, pasando angustia de encontrarse ya atardecido, oscuro, solo. ¡Qué tremendo, qué tremendo!
En Suecia, país muy avanzado económicamente, es quizá la renta per cápita más alta que hay en el mundo, hay unas magníficas residencias para ancianos, en Holanda también, pero los ancianos no quieren ir, los ancianos prefieren coger su pensión de jubilados y marcharse a la islas Canarias o ir a establecerse en el sur de España, lo prefieren; quizá tienen menos comodidades que las que podían tener esas residencias: todo hecho, calefacción estupenda, lujosas…, pero allí practican la eutanasia, es decir, que tan pronto que un anciano se resfría, pues sí, se complicó y se murió; así que a uno le pasa cualquier cosa, que se cae, sí, no ha resistido la operación, se murió; y si uno chochea, pues sí, pobrecito, estaba tan mal y se murió. Naturalmente las personas saben, no quieren ir a estos sitios, saben que el cóctel, que les llaman…
En Holanda esas personas retiradas han tenido que formar un partido político para defender que esto no ocurra, que las autoridades intervengan para que esto no pase.
Denunciaron a la enfermera y pasó el juicio, reconocieron que había un delito, pero el tribunal no le dio ninguna sentencia de que tuviera que ir a la cárcel ni pagar ninguna multa. Contestó: sí, es un delito. Pero no hizo nada.
En España no es tan notorio ni público, pero también ocurre.
En Inglaterra al que es jubilado, tiene un infarto de corazón, no lo llevan a la UVI –no sé cómo le llaman aquí a esa unidad de cuidados intensivos–, no lo llevan; le ayudan a ver si sale, y si no sale, mejor.
Porque claro, la jubilación, la seguridad social…, la han pagado toda la vida esta gente, han trabajado y han pagado la seguridad social, tienen que cobrar unas pensiones. Eso es una carga para el Estado muy grande. De manera que, si se mueren, no se les ayuda a morir, pues ¡qué bien!, eso es un gran ahorro para el Estado en pensiones: pensiones de vejez, pensiones de viudedad…, en fin, tantas cosas.
Es un contraste realmente esta situación en Europa en que por razones económicas se desea y se ayuda a que los ancianos se mueran; por razones de lugar, que no hay sitios para ellos, los tienen que almacenar allá en unas residencias que ya son más que nada el prólogo del cementerio, en que llega el verano y entonces, claro, las vacaciones, si alguno tiene un anciano en casa, estorba, ¡cómo no! Y entonces lo llevan de urgencias al hospital, lo dejan allí plantado y se van, ya no se ocupan del anciano hasta que vuelven de vacaciones. Hacen lo mismo con esos ancianos y con los perros; o sea, el perro entonces lo dejan abandonado también, y hay una cantidad de perros abandonados, pobrecitos, que luego se asilvestran, se tornan agresivos y salvajes en su situación y son más peligrosos. O sea, se abandona a los perros y a los ancianos, y quién sabe si después en el hospital no localizan a esta familia para decir: bueno, aquí está este anciano, ya está mejor, ya puede salir, etc., y si ni lo localizan, pues mejor. Y en esas residencias, ¡qué soledad los ancianos!, tienen hijos, se han desvivido toda la vida por ellos y no, ¡ni los van a ver! En estas pocas palabras, la situación de muchos ancianos en nuestros países europeos, verdaderamente trágica.
Habéis estado [algunos] en el Camerún, ahora se han ordenado 2 compañeros de ellos, se han ordenado en el Camerún, 2 chicos de color. [Se trata de Michel Djaba y José Talom, ordenados en a finales de junio de 1988.] Hemos ido muchísimos al Camerún. Allí una familia siempre tiene un anciano, y si no lo tiene, buscan enseguida qué pariente tiene dos para que le den uno, porque una casa sin un anciano es como si le faltara el techo, como si le faltara el pararrayos de Dios que detenga la justicia por nuestros pecados, es un canal por donde descienden las gracias de Dios; y a ese anciano se le cuida y aunque –como dicen los proverbios– haya perdido el juicio, es igual, lo tienen en la mejor silla de la casa, lo bañan, lo peinan, lo cuidan, le dan de comer lo mejor que haya, lo escuchan si todavía está en su juicio, escuchan toda su experiencia de la vida, sus consejos, ¡qué maravilla! Y cuando se enferma, se reúne toda la familia como estamos ahora aquí, y cogen al anciano y lo tienen en brazos, lo tienen atendiéndole, acariciándolo, queriéndole, hablándole al oído lo que le quieren, lo que les están agradecidos, le deben la vida, y luego se lo pasan a otro. Y el anciano va pasando de regazo en regazo, hasta que expira. Y aquél en cuyos brazos ha expirado el anciano, lo consideran una gran bendición, un gran honor de que ha muerto en sus brazos precisamente. ¡Qué contraste, qué contraste con estas sociedades industrializadas, consumistas, que viven con una emigración del campo a la ciudad enorme, pero que luego no hay sitio en los apartamentos para los ancianos, ¡qué pena!
Y decía un psicólogo –tú que estudias psicología quizás oíste hablar en España de Folch i Camarasa, un gran profesor de la universidad especializado en la psicología y psiquiatría desde la adolescencia, 17 o 18 años, él dice que la adolescencia no acaba hasta los 25–, y decía: el papel de los ancianos en una casa es esencial, es que un niño que crece sin ver a unos abuelos viejos, es que no tiene una visión de la vida, porque ve a sus padres muy ajetreados, no tienen tiempo los padres de dedicar mucho tiempo a los chicos, en cambio los abuelos, que ya no trabajan, que están jubilados, tienen tiempo para atender a los nietos cuando vienen del colegio, ducharlos, y después tienen tiempo de ponerlos en la cama y de contarles un cuento, y de darles consejos y reñirles, pero reñirles ya de otra manera como riñen los padres; los abuelos ya están de vuelta de muchas cosas, tienen mucha paciencia, tienen ternura, tienen cariño para sus nietos. ¡Ay el nieto que vive con sus abuelos, qué maravilla, cuánto aprende! Y luego los ven viejos, dicen: es condición del hombre, yo soy un niño, mis padres son adultos, pero es condición del hombre envejecer como este abuelo. Y luego se mueren y el niño aprende también que la muerte también es algo muy del ser humano. A veces los viejos se ponen feos, arrugados, y la gente que tienen un canon de belleza griego, creen que si no son como la Venus de Milo, pues ya la gente es fea; pues no, el niño no ve feo nada, a un anciano lo ve como un paquidermo, como un rinoceronte, y es muy hermoso un rinoceronte, y un conejito también es muy bonito, todo es bonito porque existe; el niño no hace distinción de feos y bellos entre abuelos…, cada uno es cada uno, y el niño lo acepta como nosotros aceptamos a los distintos animales que vemos, cada uno es cada uno y es distinto, y todos son hermosísimos. Los abuelos, si son bondadosos, si el abuelo tiene atenciones para el niño, si el niño se ve tratado con ternura, el abuelo y la abuela, aunque estén desdentados y arrugados son una maravilla para ese niño.
Y decía este psiquiatra: si los abuelos no existieran, habría que inventarlos. Pero claro, si a los abuelos se les aleja de la casa y de los nietos y de todo, se priva a los nietos de este tesoro y los pobres viejos quedan arrumbados, tristes, cuando hay que preguntar: ¿acaso no son ellos los que más méritos tienen?, que han estado viviendo tantos años, que han estado trabajando, que se han estado sacrificando por los hijos, por la familia, por los demás, por la sociedad, que si la sociedad hoy es así, son ellos los que han producido esta sociedad presente, todo su trabajo. Son los más dignos de ser tratados con exquisitez y con ternura también en todas sus necesidades, acompañándolos hasta que mueran.
Bien, ustedes que son cristianos y son de un país que está en esas condiciones tan crudas, tan económicas, tan despiadadas detrás del dinero, pues ustedes también tratan bien a los ancianos, que se lo merecen. Pero volviendo a los Proverbios que ustedes han oído, yo me permito decirles este secreto: una sociedad, un pueblo, una familia, no puede ir bien –y vuelvo a mover la cabeza–, no puede ir bien, irá de mal en peor, se deteriorará, acabará en peleas y en guerras civiles y tal, si no –como primera preocupación de un país, de un pueblo, de la familia– honra padre y madre. Todo eso se estudiaba en el catecismo, en los diez mandamientos de la ley de Moisés, de la ley de Dios, el cuarto, antes del quinto, antes del sexto, antes del séptimo, antes del octavo, del noveno y del décimo, inmediatamente después de los tres mandamientos primeros que hacen referencia a Dios y a santificar las fiestas en honor a Dios, inmediatamente, como el puente entre Dios y los demás preceptos de nuestro comportamiento con los hombres, inmediato porque es el nexo y el puente, los padres son la mejor imagen que tenemos en este mundo de Dios Padre, claro: honrar padre y madre. Dice Dios: A mí que soy vuestro padre, escuchadme, hijos, y obrad así para salvaros. Que si no obramos así no nos salvamos. Pues el Señor glorifica al padre en los hijos, y atiende el derecho de la madre sobre su prole. Sigue. Quien honra a su padre expía sus pecados. A veces podemos creer que nos podemos ir a confesar de cualquier modo; no, el que honra a sus padres, ése hará una buena confesión. Quien honra a su padre y le ama, siempre le obedecerá…
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Alfredo Rubio de Castarlenas
Homilía de 23 de Septiembre de 1988 en la Comunidad del Peregrino, en Santo Domingo (RD)