[Alfredo lee el Evangelio]

En aquel tiempo dijo Jesús a los discípulos: cuando venga en su gloria el hijo del hombre y todos los ángeles con Él, se sentará en el trono de su gloria y serán reunidas ante Él todas las naciones. Se separará a unos de otros como un pastor separa a las ovejas de las cabras, y pondrá las ovejas a su derecha, y las cabras a su izquierda. Entonces dirá el rey a los de su derecha: venid vosotros, benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la creación del mundo, porque tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber, fui forastero y me hospedasteis, estuve desnudo y me vestisteis, enfermo y me visitasteis, en la cárcel y vinisteis a verme. Entonces los justos le contestarán: Señor, ¡Cuándo te vimos con hambre y te alimentamos, con sed y te dimos de beber; cuándo te vimos forastero y te hospedamos, o desnudo y te vestimos; cuando te vimos enfermo o en la cárcel y fuimos a verte! Y el rey dirá: os aseguro que cada vez que lo hicisteis con uno de estos mis humildes hermanos, conmigo lo hicisteis. Y entonces dirá a los de su izquierda: apartaos de mí, malditos, id al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles, porque tuve hambre y no me disteis de comer, tuve sed y no me disteis de beber, fui forastero y no me hospedasteis, estuve desnudo y no me vestisteis, enfermo en la cárcel y no me visitasteis. Entonces también éstos contestarán: Señor, ¿Cuándo te vimos con hambre o con sed, o forastero, o desnudo, o enfermo, o en la cárcel, y no te asistimos? Y Él replicará: os aseguro que cada vez que no lo hicisteis con uno de éstos humildes, tampoco lo hicisteis conmigo. Y éstos irán al castigo eterno, y los justos a la vida eterna.

Palabra del Señor

 

 

Ahora cuando he llegado me decía Lola: hombre, de estas variaciones que has escrito hace un tiempo sobre el padrenuestro, pues podíamos leer alguno, alguna de estas redacciones al recitar el padrenuestro en la misa. Y yo le he dicho: ¡no! Se ha quedado muy asustada.

No, porque la misa, la celebración que hacemos, así, revestido yo, con los libros, es un acto litúrgico, oficial de la Iglesia, y no se pueden introducir aquí cambios en nada. O sea que no se puede sustituir una redacción del padrenuestro, que es la oficial, con lo que después sugiere el padrenuestro a una persona debido a unas circunstancias, etc. No, no se puede. Ahora, sí se puede utilizar como base de una homilía, y dices: décima redacción.

Bueno, ¿Cuál es la diferencia entre el padrenuestro que se reza, que dijo Jesús a los que tenía delante, a esas variaciones, que hay muchas y que tienen su significado, en qué consiste la diferencia?

Que Jesús predicó a los discípulos que tenía, catecúmenos judíos, aquellos judíos que todavía no eran cristianos, que le seguían a Él y Él les enseñaba. Y le decían: ¿Cómo tenemos que orar? Y Él enseñó a orar estupendamente a aquellos judíos el padrenuestro, esta oración permanente en la Iglesia: Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre, venga a nosotros tu reino, hágase tu voluntad así en la tierra como en el cielo.

Venga a nosotros tu reino. Es una petición que hace Jesús, que aquéllos recen de que por fin llegue el reino de Dios a este mundo: venga a nosotros tu reino; porque todavía no había venido, porque Cristo aún, con su pasión y muerte y la Resurrección, todavía no había dejado implantado el reino de Dios aquí en la tierra. Para eso vino, pero lo fue haciendo y lo implantó. Y cuando dice a los apóstoles ya en la Resurrección: id a todos los confines del mundo y predicad, etc. Bueno, el Reino, con la venida del Espíritu Santo, queda constituido, queda hecho. Y claro, antes de esto Él enseña a los que están oyéndole, que ahí tienen que pedir: venga a nosotros tu reino y hágase tu voluntad por fin en la tierra como en el Cielo. El pan nuestro de cada día dánosle hoy, y perdona nuestras deudas, así como nosotros perdonamos a nuestros deudores…, y líbranos de toda tentación, de todo mal. Venga a nosotros tu reino.

 

Pero entonces los cristianos, que ya son miembros del Reino de Dios, que están bautizados, que han muerto en el Bautismo y han resucitado con Cristo, mientras están en el Reino, mientras están amando a Cristo, mientras no le ofendan y no vuelvan las espaldas a Él, están ya en el Reino. Entonces, más que decir «venga a nosotros tu reino», hay que decir: gracias Dios de que ya has traído el Reino aquí, claro que sí. Éste es el nuevo enfoque, o sea, un padrenuestro dicho desde el Reino. Naturalmente que somos tan imperfectos y pecamos setenta veces cada día, que resbalamos y nos situamos muy al borde del Reino, o muy fuera del Reino incluso, y claro, entonces tenemos que volver a decir: Señor, venga a mí tu Reino, porque me marché y ha quedado fuera; oye, vuélveme al Reino, que el Reino vuelva a mí. Claro está que el padrenuestro que recitamos en la misa, evidentemente hay que recitarlo siempre, y siempre somos pecadores y estamos en la frontera. Pero si de verdad queremos seguir al Señor y estamos entonces ciudadanos dentro de este reino, lo que es que tenemos que dar muchas gracias de que el Reino ya haya venido y nosotros hayamos podido entrar en él por el Bautismo.

 

Vamos a ver cuál es la redacción que decíamos así. Padre nuestro que estás en el cielo. Claro, si para eso vino Jesús que dice: quien me ve a mí ve al Padre; yo he venido aquí para deciros lo que dice el Padre. Y qué dice Jesús: ya no os llamo siervos, os llamaré amigos. Bueno, en el Reino de Dios a Dios Padre le podemos decir «amigo» también, amigo. Naturalmente que un hijo es pequeño y dice: papá, papá, papá… Bueno, pues después el hijo ya es mayor, ya es un ciudadano, ya trabaja, está casado y tiene hijos…, ¡qué bueno que el padre y el hijo sean amigos! O sea, los padres tienen un hijo para que pueda al crecer llegar a ser su mejor amigo; para esto es la finalidad. Pues claro, desde el Reino podemos decir a Dios Padre: ¡amigo!, amigo Dios Padre, amigo Padre, amigo Dios.

Venga a nosotros tu Reino. No, ¡si ya ha venido el Reino de Él! Luego donde está el reino está el rey, luego Dios Padre ya está aquí con nosotros, porque ha venido su Reino, está aquí con nosotros: estás aquí. ¡Cuánto nos amas!, cuánto nos amas por haber venido a implantar tu Reino.

Y haz que te amemos como Tú deseas. Porque santificado sea tu nombre; pero cuando está aquí es mi amigo, ¡Cuánto me ama! La mejor manera que tengo de santificarlo, de proclamar su gloria, es que te amemos como Tú deseas; ésa es la mejor alabanza que le puedo hacer. ¡Qué alegría ser tus amigos! Somos amigos, ¡qué maravilla!

Y que quieras tener con nosotros una sola voluntad, porque somos unos. Ha venido para ser unos. Dios y yo tenemos una sola voluntad, una sola libertad, de manera que como yo quiero lo que Él quiere, evidentemente Él quiere lo que yo quiero, porque yo quiero lo que Él quiere. Es una unidad.

Nos amaste y nos hemos abandonado a tu amistad. Con la ayuda de tu Espíritu perdonamos, y por ello nos has hecho inmaculados. Perdona nuestras culpas como nosotros perdonamos… Bueno, ya nos ha perdonado y ya hemos perdonado, estamos en otra…, eso ya ha sido. Hemos perdonado y por eso Él nos hace inmaculados, porque hay la “inmaculatez” de la inocencia que tenía María, y la inocencia de la penitencia que tenía la Magdalena. Cuando un alma está perdonada de Dios es inmaculada otra vez, ya no tiene mancha. Con la ayuda del Espíritu -porque si no, nada- perdonamos, y por ellos nos has hecho inmaculados, y así nos has reclinado en tu banquete.

Danos el pan de cada día. Bueno, en el Reino de Dios la Eucaristía ya es el ágape, nos reclina en su banquete.

Junto a ti no tenemos miedo. Dice: líbranos de las tentaciones. Luego tiene todavía miedo. Si estamos reclinados en el banquete, verdaderamente unidos, una sola voluntad con Dios, ya no tenemos miedo. No tener miedo, como dice también san Pablo, [quizá quiere decir Juan Pablo II] no tengáis miedo.

En tu cielo, en ese cielo en la tierra, acurrucado yo en el banquete con Dios Padre, con Cristo, en este cielo estamos libres de todo mal. Líbranos de todo mal: bueno, aquí en el cielo ya estamos libres de todo mal.

Paz y fiesta. Bien, paz y fiesta, ¡qué bien!, mira, estamos en paz y fiesta, ¡qué contentos! Esto es para coger fuerzas para salir enviados al mundo a llevar el Espíritu Santo a todo el mundo, esa tea encendida de la caridad, a conquistar a la gente, a hacer una guerra de conquista. Ahora, es una guerra de amor para llevarles la caridad.

 

Bien, pues esta versión, una de tantas -hay muchas- del padrenuestro, se puede contar desde ese punto aquí en la homilía, porque es oír el padrenuestro desde el Reino, cuando Jesús lo decía a los que Él llamaba para que entraran en el Reino. Que siempre nos ha de llamar porque siempre somos pecadores, y a los pecadores nos ha de llamar siempre a que vayamos al Reino. Pero cuando lleguemos algunos momentos, por lo menos, al Reino, ¡qué hermoso poder llamarle «amigo», decir que tenemos una sola voluntad con Él, que somos amigos unos y otros, que hemos perdonado, que somos inmaculados, y que estamos acurrucados en la Eucaristía, en su Pan. Y de este modo no hay que tener miedo, ya estamos libres de todo mal, y ¡dispuestos a salir al mundo a esta conquista de todo el mundo al amor de Dios!

Que así sea.

 

Alfredo Rubio de Castarlenas

Homilía de 21 de Febrero de 1994 en Vallvidrera

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