Este día es el día de las mujeres. Cristo se aparece ante todo a las mujeres y les hace a ellas mensajeras de la Buena Nueva, es decir apóstoles, apóstoles de su Resurrección, es el gran día, decía un teólogo, me decía ayer que de la misma manera que escogió a María para gestar a Jesús parece que ahora escoge a las mujeres para que gesten a la Iglesia. Si María dio a luz a Cristo cabeza de la Iglesia, ahora las santas mujeres dan a luz al Colegio Apostólico, es decir a esas columnas de la Iglesia, esta osamenta de la Iglesia.
Realmente es un día grande, según la tradición, la primera aparición de Jesús a María, después a Magdalena y a las Santas mujeres para que vayan a comunicar esta Buena Nueva.
Yo diría que aquí queda de una manera ya impresa y para siempre el papel más hondo de la mujer, ser mensajeras de la Buena Nueva, incluso para los mismos Apóstoles, las mujeres son, con María a la cabeza, depositarias de la fe, de la clara fe que decíamos ayer de la Claraesperanza.
Y así como hay un momento que Jesús dice a Pedro, tú eres Pedro, tú has de confirmar en la fe a tus hermanos, aquí las mujeres confirman en la esperanza a los propios Apóstoles, al propio Pedro, al propio Juan, a Santiago y a todos los demás, ¡qué gran poder!, ¡qué gran poder!
De hecho, aquí estamos Alberto y yo cara a cara en este palo de la cruz y por lo demás tres mujeres, les comunicamos la Buena Nueva. Yo como Cristo que soy ahora en el sacrificio de la misa y tú como el Ángel del sepulcro qué les decimos a ellas: id y predicar la Buena Nueva.
Pues este es el papel más hondo de las Claraeulalias. Id a confirmar en la clara esperanza a todos los Apóstoles.
Alfredo Rubio de Castarlenas
Homilía de 30 de Marzo de 1986 en el Monasterio antiguo de San Jeroni de la Murtra