Las cosas no se acaban de pronto, tienen continuidad de alguna manera. Pues bien, estamos preparando con estas cuatro semanas que nos quedan por delante la venida de Jesús. Por otro lado, esas Jornadas que hemos vivido con intensidad [sobre Abrir caminos a los jóvenes], con ilusión, poniendo todo nuestro esfuerzo… maravillosamente bien, con una gran entrega, generosidad… de trabajos de… y de todo. Se ha terminado. Pero ¿Qué hay después? Puntos suspensivos.
Pues en este día podemos pensar un poquito en ir preparando algún buen fruto de las Jornadas para presentar como los reyes magos al Niño Jesús cuando llegue esta fiesta.
Dos ideas me gustarían pues ahora charlar un poco con vosotros. Ciertamente en las Jornadas han hablado, por un lado, de los niños, por otro lado, de los adultos. Luego, de los grupos sociales y de esos adultos nuevos que había…, luego de los ancianos. Y por último de los jóvenes.
Se podría creer que las segundas, al hablar de los adultos nuevos, ya habríamos hablado de los jóvenes…
O sea que cada una la hemos dedicado a una etapa de la vida y a una sociología…
¿Y las próximas? Creo que se impone para las próximas y que es necesario -si no quedaría la cosa así peligrosamente en el aire- una recapitulación de todas, y darnos cuenta de que el niño, el joven, el adulto… el anciano, forman una unidad. Ponía yo ejemplo para entender qué es lo que quiero decir con esto. La Acción Católica fue un movimiento que Pío XI creó en el mundo para que los laicos se dieran cuenta de que eran Iglesia, no solamente los obispos, los curas, las monjas y los religiosos, no. Todo el mundo era Iglesia y tenían que actuar. Y él lanzó la Acción Católica. Fue un éxito. Realmente yo he vivido -era muy joven-. Era inconcebible años atrás este movimiento, ver a un hombre con un misal en la mano, era algo absolutamente ridículo, algo impensable.
Pero amigo, aquello creció, y entonces tuvieron la peregrina idea los reformadores de, con la idea seguramente de que funcionaría mejor, crear especialidades dentro de la Acción Católica; y entonces salió la Acción Católica de hombres, y la A.C. de mujeres, la A.C. de los jóvenes, de las “jóvenes”. Después la A.C. estalló todavía en más especializaciones: la JOC, la JAC, la JIC, es decir, la juventud independiente católica, la juventud obrera, la juventud universitaria… ¿Qué pasó? De momento la que parecía que agrupaba a la gente por especialidades ya sexuales, o ya de trabajo… ¿Quién metió esta idea de agrupar a la gente de este modo?
Se rompió la unidad del organismo apostólico. Es como si cogiéramos un salchichón y lo hiciéramos rodajitas. Fue a un salchichón, menos mal, porque si cogiéramos a un gallo y lo hiciéramos rodajitas.
La A.C., después de un momento en que pareció que eso iba a producir un gran fruto, pero acabaron peleándose todas las acciones católicas entre ellas, y quedó en nada. Deshicieron la A.C. hasta llegar a desaparecer. Ahí quedan ahora unos restos inoperantes que son cadáveres flotando.
Por eso digo que bien está que se estudie en un laboratorio los componentes químicos del ácido sulfúrico (oxígeno, azufre, hidrógenos…), pero como separemos unos elementos de otros, pues nos quedamos sin ácido sulfúrico. Bien está ver los elementos, pero hay que reconstituir. O sea, no llegar a destrozar, observar y luego mantenerlo bien unido. Se impone entonces volver a aquel principio. Por una razón. En una familia están los abuelos, los padres, los hijos, las chicas, las mujeres, los chicos, los hombres, los ancianos, y el uno es carpintero y el otro es médico… Todos forman una unión. Y verdaderamente lo que basa la sociedad es esos grupos unidos, no por esas diferencias, sino unidos en la caridad plural, y es un organismo realmente vivo y unido.
Se impone pues para las Jornadas próximas que, si hablábamos de los maestros -pero de los maestros, no de los niños-, sino qué pedagogía, cómo ha de ser el médico ontológico, el pedagogo, el maestro, para la agrupación social, plural y múltiple unida por lazos de verdadera voluntariedad y amor.
Bien. Esto es un punto muy importante. Porque si en vez de ir antes a estas Jornadas unitarias -de ahí hacer acciones apostólicas, unidas, que salieran especialistas en el “Esclat social dels infants”, [El estallido social de los niños, nombre de las primeras Jornadas] otros en el hombre nuevo adulto, otro en los jóvenes, que tantos problemas tienen para abrirles camino, y luego otro más bien dedicado a los viejos…-. Todos nos hemos de dedicar a todos, al conjunto, y dentro del conjunto cada uno tendrá sus problemas que atender en especial; pero no separando. Cuando de una manada de toros se separa uno, siempre es para que acabe en la plaza de toros matándolo.
El otro punto también muy interesante que fluye de los otros. Lo habéis oído, así como de pasada. Cuando resulta que la cultura nos adviene, no es tanto como la que era hasta ahora, en que parecía que la gente nacía para trabajar, porque había que trabajar, porque el que no trabajaba no comía, porque había que ordenar este mundo. Incluso trabajar para pelearse, en que había que hacer armas, y había que trabajar haciendo la guerra. Era la mística del trabajo elevada además en nuestras sociedades occidentales a verdadera mística antropológica de mano de Calvino, del protestantismo, y a su vez de los judíos… La mística del trabajo para dominar a la gente, para todo. El trabajo era la esencia del hombre. Bueno, y vienen ahora, y el trabajo así entendido pues, con toda la robotización, con toda la cibernética, etc., etc., cuando yo eso lo publiqué hace dos años en La Vanguardia me dijeron que no sería para tanto. Y ahora todo el mundo lo dice. La juventud está en el paro, un paro que es irreversible… Y entonces esos jóvenes no sabrán qué hacer, porque los mayores no saben enseñar a la gente que nazcan y vivan. Bueno, y si no trabajan, ¿Qué hacen? Si no trabajo, ¿Qué hago? Y claro, como no tenemos soluciones, nunca lo habíamos pensado eso, pues nadie saber decir lo que hay que hacer. Y como hay este vacío, pues entonces habrá delincuencia, droga, aburrimiento, que la gente se asquee de vivir porque no trabajan y se aburrirán. O bien, como tampoco hay una economía pensada para que la gente pueda vivir sin trabajar, pues son gente que sobran, y los matarán. Y eso ya también lo dijo Aranguren: que ¡sobran! Aranguren repitió brevemente la síntesis del artículo; ¡sobran! Lo recordáis. Pues se le ha de dar solución.
Pero apuntaron a una. Esa gente que está en paro, puede ser llamarles; como aquéllos que están en el evangelio en la plaza mano sobre mano, nadie los contrata, no tienen trabajo. Hay que ir por las plazas y por las calles llamando a la gente que no tienen trabajo, que no tienen nada que hacer, que están en la plaza mano sobre mano y aburridos: ¡venid con nosotros! El voluntariado. Venid porque os da la gana, os llamamos a que vengáis libremente, y no a trabajar, no a ganar dinero, no a hacer ningún contrato. Venís porque queréis, estamos juntos porque queremos para hacer tantas cosas que se pueden hacer maravillosas en bien de uno mismo, en bien de los demás, en bien del universo, en bien de la sociedad, todo aquello que no se hace, o bien porque no es rentable. ¡Cuántas cosas se pueden hacer! Vamos a poner un ejemplo, uno cualquiera: ¡qué sucias están las playas, ¡qué sucias! El otro día fui al aeropuerto y quedé tan escandalizado; todo el césped estaba lleno de cochambre, de papeles, de plásticos… era un asco. Hay unas largas colas de taxis que se organizan todos los días, y allá está los taxistas comiendo los bocadillos, paquetes de tabaco vacíos por allá, vacían los ceniceros en el suelo… Y dije que ¡qué aeropuerto tercermundista, con el suelo tan sucio y cochambroso! Digo la verdad, y tenía que cerrar los ojos para no ver el espectáculo…. Y sin barrer. Digo esto, pero podíamos decir tantas cosas de la vivienda de uno, fuera en la calle… y luego la gente mano sobre mano porque no tienen en qué trabajar, cuando en el mundo hay tantas cosas que hacer. Y en Etiopía se están muriendo de hambre. Unas cosas serán asequibles, otras no. Unas cosas serán asequibles para nosotros, otras para otras personas. ¡Cuánto bien se puede hacer! ¡Cuánta gente que está sola por el mundo, y angustiada, y no tienen una amistad, y nadie les tiende una mano, y nadie se preocupa! Todo eso no da dinero, por supuesto, y como no da dinero, la gente no lo hace. Pero es que no hacen nada. O antes estaban tan ocupados en otras cosas.
Pues bendita desocupación para libremente y por amor poder hacer montañas de cosas en el voluntariado, en el voluntariado de la Cruz Roja.
Yo decía: ¿nosotros qué somos? Las Claraeulalias y los Santiagos son un grupo de voluntarios. Pues venga, dejad todas las cosas, incluso los que tengáis ocupación, y libremente, voluntariamente venid a ser apóstoles de Cristo, voluntariamente, a hacer. Estamos haciendo montañas de cosas. No trabajamos, no cobramos, no tenemos ningún contrato de trabajo. Hacemos cosas por vocación, con libertad y por gusto. Y Dios verá después cómo comemos. Las personas han de evitar este ejemplo voluntario de decir que, si hacen algo bueno, pues comida no faltará, porque si vamos a barrer un bosque, el ayuntamiento no nos va a pagar, pero, en fin, ponernos una camioneta para volver a nuestros sitios, o hacernos llevar allí un café caliente o unas tortillas a los que estamos trabajando, seguro que lo hará, y si no, lo harán los vecinos, ¡seguro! ¡Vamos a hacer una obra buena!
Entonces el voluntariado, un grupo que esté allí tomando sol y barriendo el bosque y cantando y sintiéndose que hacen algo bueno por los demás generosamente, eso da alegría, eso da felicidad, cosa que el trabajar no lo da: uno no puede faltar al trabajo, uno tiene que entrar a las 8 de la mañana, uno no puede salir cuando se casa un primo suyo y no le dan permiso,… ¡esclavo del trabajo! Si luego dan una remuneración, pues muy bien, con lo cual todavía el mismo trabajo le crea una visión consumista y también queda esclavo después de gastar eso mismo que le dan, y en aras de este ídolo de la producción.
El voluntario, dentro de una nueva manera de vivir, mucho más sencilla, mucho más libre, sabe prescindir de lo que realmente es superfluo, saborea vivir, incluso lo que come, porque lo come de otra manera. Pues ahora están descubriendo la piedra filosofal de qué maravilla es estar con libertad en un voluntariado para hacer cosas buenas, que es lo que estamos haciendo nosotros desde hace 25 años. La Casa, ¿Qué es? Es un voluntariado para hacer, no cualquier cosa buena -que ojalá se haga-, sino para hacer lo mejor que se puede hacer que es predicar el amor de la gente, que ésa es la mejor manera de que la gente sea feliz, mucho más que barriendo un bosque. Y no escatimamos esfuerzos, consumimos nuestra vida en eso, pero en voluntariado, libres, alegres y confiando en que si hacemos algo bueno ya Dios nos dará ¡Qué maravilla del voluntariado!
Y segunda parte del voluntariado, decimos que nosotros hemos de hacer a nuestro alrededor pueblo de Dios, predicar a la gente que se conviertan, que vengan. Mirad, lo que hemos de hacer, sobre todo, es: pueblo de Dios que constituyan voluntariado. O sea, aquí convocamos a la gente a nuestro alrededor, fruto de nuestro apostolado, ¿a qué?, a ser voluntarios, a seguir a Cristo para amar, para predicar que la gente se amen, pero los laicos en su modo laico de hacer las cosas, que es hacer toda una serie de obras para los demás concretamente, no sólo en esta predicación, es decir, que una cosa son los Santiagos, otra cosa son las Claraeulalias, otra cosa son los X, los Y y los Z. Ojalá que venga mucho voluntariado cuyo servicio a Dios sea el servicio al prójimo: barrer el bosque, limpiar las playas, o visitar realmente a los que están solos… ¡Voluntarios!, porque nos da la gana, porque no tenemos quehacer, no tenemos otro quehacer, y si además encontráramos un quehacer, diríamos que es mucho más importante movernos libremente que no movernos esclavamente, movernos en una verdadera línea de algo que verdaderamente nos llena el alma el hacer, que no vendernos para hacer cosas que no nos gustan, que están a repelo, que nos esclavizan, todo por un plato de lentejas, cuando por otra parte tendrás ciento por uno en satisfacciones y en todo. O sea, nosotros somos un grupo voluntario desde hace 25 años, cuando están viendo que es la piedra filosofal para la juventud. Pues lo somos nosotros desde hace 25 años. Y lo que tenemos que hacer es convocar a nuestro alrededor pueblo de Dios, ¡para qué!, para que sean un grupo de voluntarios. El voluntariado de la Cruz Roja: magnífico. El voluntariado de la Casa de Santiago es mucho más que el de la Cruz Roja, porque el objetivo es mucho más grande, de servicio a Cristo y de servicio al prójimo. Y eso es que lo que tenemos que hacer con miles de gentes, que están en las plazas mano a mano aburridos, tristes, desanimados, abúlicos, que nadie les llama. Id por las plazas llamando a gente…
Alfredo Rubio de Castarlenas
Homilía de 2 de Diciembre de 1984 en General Vives