Esta tarde estamos reunidos aquí en memoria de Pedro, ¿cuántos años hace que murió?
Alguien. – Cinco años.
Alfredo.- Cinco años, justo los años que pone la Iglesia para decir que sí, se puede empezar a recordar la persona muerta como una persona ejemplar, una persona que estará viendo seguramente al Señor, que es intercesor entonces para todos nosotros; y dice la Iglesia que han de pasar 5 años, porque cuando una persona muere, pues claro, hay muchas personas que les sorprende, les choca, tenía unos lazos, y bueno, es lógico, al entierro va mucha gente. Pero con los años, si esa persona está en el Cielo, por supuesto, tantos que mueren, pero no ha dejado una huella aquí en la tierra ejemplar para otras muchas personas por su actuación precisamente al servicio del Señor, pues lo recuerdan los familiares, los íntimos amigos, y bueno, quizá cada año –es ley de vida, es así, somos humanos y limitados– se va esfumando el recuerdo. Pero la Iglesia, sabia, llena de experiencia, dice: si 5 años después de muerta la persona, la gente y no solamente los amigos, los más cercanos, sino gente incluso que no le conocieron, sin embargo se mueven a venir a una conmemoración, a una misa, a un acto, vienen como traídos por el Espíritu Santo, ¡ah!, esta persona, además de ser santa como tantos otros que mueren, además Dios le da este papel de que sirva de luz, de guía, de faro, de ejemplo, no sólo a los suyos que naturalmente recuerdan más a una persona, sino incluso para los que no le conocieron. 5 años. Yo he estado dudando si eran cuatro, si eran cinco, a mi edad todos quedan ya en montón y chiquititos y ya no se ve uno más como cuando se es pequeño como éste, ¡carambas, un año!, nunca acaba de llegar el año nuevo. Cinco años han pasado, y estamos aquí, y ha venido gente que no le habían conocido, y están aquí porque estamos conmemorando a Pedro. Esta figura, como recordábamos en el Ámbito hace poco, que fue tan heroicamente perseverante; cómo en medio de su enfermedad, cargando él con sus bombonas de oxígeno, conduciendo el coche, estando tan mal, hacía unos kilómetros para ir a celebrar la misa, para no dejar sin su misa a aquéllos que tenía convocados en aquella parroquia que le habían encargado en Castellón, y que en esta situación fue a ver al obispo
//
Alfredo Rubio de Castarlenas
Homilía de 4 de Agosto de 1988 en Barcelona