Yo deseo morir como “hombre justo”

que no reclama nada; que ha tenido

lo que es propio del Hombre y ha sentido

la luz, la rosa, la amistad y el gusto.

 

También dolor y su ácido regusto

y el consuelo que siempre le ha venido

de la gente y de Dios, y así ha podido

ver la muerte con paz y sin disgusto.

 

Bello, es acabarse sin desdoro

de humana dignidad y sin temor:

¡que el polvo aureolado es mi decoro!

 

Nada retengo que haya alrededor.

Sólo me queda Fe y el gran tesoro

de esperar al Amigo con su Amor!

 

Alfredo Rubio de Castarlenas

 

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