Bien, estamos aquí porque hace tiempo ya deseábamos que cuando viniera esta persona tan querida recién ordenada en su Camerún, celebrara, como todos los que se van ordenando en la Casa, una Eucaristía aquí, junto al sepulcro de santa Eulalia. Nos acompaña monseñor Nsian, nos alegra esta presencia también desde este país aquí, acompañando en estas celebraciones, en este gozo, en esta alegría. Lo que no pensábamos es que coincidiera esta celebración también con el final de esta reunión que habéis tenido las Claraeulalias, las que estáis por aquí. En estos momentos me acuerdo que está emprendiendo viajes por América otro grupo, también salen las de África. Y me han dicho que hiciera yo la homilía, os dijera alguna cosa. Realmente, todo lo que pudiera deciros, vosotros lo podéis leer en mis labios, lo podéis leer en mi corazón. La máxima alegría de la Casa es cuando una persona promovida por la Casa, alcanza el sacerdocio. Ése es el objetivo, es por lo tanto la mayor alegría.

 

Y en una persona, como el que nos preside hoy la Eucaristía, que ha sido tan alegremente tenaz, ha estudiado, no ha reparado en esfuerzos para ir pasando todas estas barreras que hay que atravesar para llegar al sacerdocio. Y lo ha hecho con alegría, con entusiasmo, con sencillez, pero volcando realmente todo su corazón en ello, y aquí está, aquí está, y eso es verdaderamente un gozo grande para todos. También por qué no, que esté rodeado de monseñor Nsian y de Juan Miguel y de José Luis, de Agustín, yo mismo haber tenido la posibilidad de estar aquí presente y con alguna fuerza todavía para acompañaros, para sentirnos acompañados todos. ¡Qué gozo!

 

Pero la homilía de hoy, yo diría, ya está hecha. Y no la he hecho yo, la ha hecho Tante, Tante que, cuando le hemos explicado que esta mañana veníamos aquí para esta primera misa de Ngakan, ha dicho: yo quiero ir. Tante, que lleva diez meses sin salir de casa, ha querido venir, ha querido hacer este esfuerzo gozoso para ella por la celebración de este neo sacerdote, y también porque le ha resonado dentro del corazón suyo toda su africanidad. Primero es africana porque nació en África; sabéis que las Islas Canarias pertenecen al continente africano, pero luego pasó gran parte de su vida en el continente africano, lo lleva en el corazón, era ciudadana de esas ciudades, de esos países africanos, y a la ordenación de un africano ella ha querido venir. Yo creo que este esfuerzo suyo, esta alegría suya también, es la mejor homilía que se puede decir hoy.

 

Alfredo Rubio de Castarlenas

Homilía de 18 de Agosto de 1988 en la cripta de Santa Eulalia de Barcelona

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