Es muy hermoso este Evangelio de hoy, lo podemos leer un poco para pensarlo más detenidamente. En aquel tiempo Jesús dijo a sus discípulos: Quien me ama guarda mis mandamientos y los cumple, mi Padre le amará y yo también le amaré. Creo que eso, como siempre, el Evangelio se puede aplicar hasta el final de los tiempos. Yo también os podría decir eso: el que me ama es aquél que tiene mis mandamientos [No se olvide que «mandamiento» quiere decir «envío, regalo», y así lo explicaba Alfredo.], es decir, el que acepta la casa de Nuestra Señora de la Alegría en su plenitud, con todo lo que representa de sus coordenadas de existencia: las cartujas, etc. Quien acepta eso, pues es el que me ama, cumple estas condiciones de Nuestra Señora de la Alegría. Y mi Padre lo amará porque me ama a mí. Poco premio sería que yo os amase, sería poca cosa a su fe, a su esperanza, a su caridad. El que os tiene que recompensar este amor vuestro es alguien mucho más grande, el amor del mismo Padre que está en los Cielos. Y yo también, después de eso, os amaré, pero entonces mi amor será como una propina, podíamos decir, un añadido que no añade nada a la plenitud del amor que Dios Padre os tiene. Y entonces me haré conocer todavía más claramente a vosotros. Conocéis, cómo no, el «cuadro», y por eso estamos aquí. Pero también hay muchos añadidos al «cuadro» que desde el «cuadro», dentro del «cuadro», con el «cuadro», os iré explicando más claramente.

 

Os he dicho todo eso mientras estaba con vosotros. El Espíritu Santo que el Padre os enviará os hará recordar todo lo que os he dicho y os hará entender y hará que vosotros hagáis todavía cosas mucho más grades por todo el mundo.

 

Esta mañana a las siete ha sonado el despertador y yo me iba a levantar. Entonces se me ha ocurrido una frase sobre el día de hace ya 50 años, ¡ya hace 50 años!, y me ha salido un endecasílabo con esta frase, y entonces he dicho: bueno, pues continúo. Y en unos minutos he hecho un soneto sobre el día de hoy que os leeré ahora, después me he levantado y he sentido las cortinas de Joe que corrían, y él habrá sentido mi cama también que se movía; y he bajado. Hay que pasar a limpio el borrador que he hecho; supongo que a pesar de todo se podrá leer como un complemento de esta homilía, pero ciertamente muy sincero.

 

 

A VOSOTROS (los de la Casa de Santiago)

 

 

Ya cincuenta años desde aquella tarde

de súbita sorpresa y hermosura;

su nitidez y claridad (aún) me dura

y recordando, el corazón me arde.

 

Durante tiempo me sentí cobarde

mas anduve con paz por la espesura

de guerras y de estudios sin mesura,

diciendo frente a todo ¡Dios me guarde!

 

Hoy por (su) la Gracia es bella realidad

lo que era sólo anuncio inexplicable.

¡Mi tesoro escondido y custodiado!

 

Veros es mi única felicidad,

una dicha sin par toda inefable.

Con vosotros aquí, estoy colmado.

//

 

… realidad más plena, es luminosa, más atractiva para todos los sacerdotes, más fecunda.

 

///

 

Me recuerda Agustín que ayer de madrugada, cuando llegué de Madrid fui a saludar a don Jaime [Don Jaime Rovira, sacerdote operario anciano que vivió en la casa de Modolell hasta octubre o noviembre de 1989.] y me preguntó: ¿ya ha terminado de leer el libro que le dediqué de mosén Sol, ese reportaje escrito por Javierre? Le dije: mire, estoy en las últimas páginas. Y se quedó así, como un poco triste como diciendo: carambas, todavía no lo ha leído. Primero lo acabé de leer, me faltaba ya poco, y por la madrugada escribí ya un soneto como una oración a mosén Sol, que realmente él, desde su circunstancia –siglo pasado y tal– se movía con unos ideales que están muy sintónicos con nosotros: concentración en la oración y después una vida muy activa, pero preocupado por vivir una amistad sacerdotal en grupo muy profunda y ayudadora. Él decía que no estamos destinados a salvarnos solos, sino con los hermanos sacerdotes, y esto como prenda segura de hacer un apostolado fecundo y con una principalísima preocupación por la vocaciones, vocaciones no sólo sacerdotales sino que también él promovió vocaciones religiosas espléndidas, sacrificando a los que le hubiera gustado también llamar, pero les respetó que fueran a órdenes religiosas; y luego multitud de vocaciones de laicos, él montó instituciones de las que salieron laicos a miles. Realmente muy extraordinario y con muchos detalles que son muy sintónicos a lo que hemos vivido, sufrido, evolucionado, etc.

 

Bueno, entonces yo ayer le llevé a don Jaime un escrito diciendo: he terminado el libro, he escrito un soneto como oración a mosén Sol, es en castellano y me hubiera gustado poderlo hacer en tortosino, y le dejaba este escrito y el soneto. Pero estaba él y entonces le llevé –por si acaso estaba, ya los traje– 2 libros de mosén Sol; uno que me regalaron en Roma y está impoluto; y el otro que me dedicó él se lo enseñé página por página llenas de subrayados, de flechas, de comentarios al margen. O sea, se quedó él muy admirado de ver que no sólo lo había leído, sino que lo había leído con lupa, marcando todas las páginas. En los últimos capítulos no he marcado nada porque son su muerte, son sus últimos días, y hay que entrar de puntillas con respeto y no vale la pena hacer ningún subrayado ni ningún comentario, se comenta por sí solo. Entonces le leí el verso y él quedó muy contento, muy emocionado. Dice así:

 

 

 

 

(mayo 87)

 

Junto al reportaje de Javierre

 

 

Después de releer la biografía

de Mossén Sol, que a todos es un reto,

yo querría lanzarle mi soneto

como oración certera en claro día.

Como una flecha, por ser claro día, llega diana más fácilmente. Y ahora me dirijo al Señor por medio de mosén Sol, claro.

 

Por su medio, Señor te pediría

el ser estrecho grupo sin ser gueto (gheto);

moverme mucho estando en Ti muy quieto.

¡Ayúdanos a hacer lo que él hacía!

 

Firme y viva hermandad sacerdotal

sin tregua suscitando vocaciones

para sembrar el Bien venciendo al Mal.

 

Sin miedo ni pereza para ir

con su premura a todas las naciones

y así, con él, el cielo compartir.

 

Porque fue él en su tiempo, con ferrocarriles y barcos, muy azaroso, hizo muchísimos viajes en barco a Roma y por la costa española hasta Gibraltar, cruzó España multitud de veces, tenía 18 seminarios a su cargo y no sé cuántos colegios por él fundados que levantaba de planta, los sacaba adelante y los llenaba con 300 vocaciones cada uno de ellos. En vida de mosén Sol dio a la diócesis de Tortosa 1.000 sacerdotes, a la diócesis de Tortosa nada más. Fijaos que era realmente algo inusitado. Y, en fin, él con premura fue a Lisboa, a México donde se murió. Por eso digo Sin miedo ni pereza para ir a sus 71 años, ya enfermo –murió con 74–, tuvo que hacer un viaje por España para visitar los seminarios y llegó y escribió: he llegado, estoy bastante bien a pesar de que he pasado 2 noches en tren. Se movía mucho, pero estaba muy quieto, siempre junto al sagrario del Señor. Y creo que he tratado de recoger en esta oración a mosén Sol…, y ayer se la leí a don Jaime; es aquello de que quien me ve a mí ve al Padre, pero que hoy todos nosotros la rezamos con sinceridad y se lo pedimos a mosén Sol: ¡que nos haga estrecho grupo sin ser gueto, que nos movamos mucho estando siempre en ti muy quietos! Cartuja solitaria muy quieta, cartuja juntos muy hermosa y después el mundo es pequeño para nosotros.

 

Alfredo Rubio de Castarlenas

Homilía de 18 de Mayo de 1987 en Modolell

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