Estamos celebrando esta Eucaristía llenos de gozo por haber terminado aquí, en Gandesa, de tantos recuerdos para nosotros, esta larga peregrinación que habéis hecho en este mes de julio desde el día 1. Habéis oído en la primera lectura cómo el Señor decía allí al pueblo de Israel que tenía que salir andando, peregrinando, todos los individuos, todas las casas. Vosotros aquí es lo que habéis hecho y venís de distintos sitios, de distintas casas. Pero también habéis oído luego en el Evangelio cómo Jesús y los apóstoles peregrinando de un sitio a otro para predicar la Buena Nueva, lo hacían de una manera diferente ya que escandalizaba a los judíos. Y Jesús, con gran pedagogía, les demuestra que lo que están haciendo Él y sus discípulos no es contra la ley, sino que precisamente la cumple hasta la última tilde, pero además abre horizontes nuevos, frente a aquella concepción pequeña, estrecha, mezquina, literalista, que tenían de la Escritura aquellos escribas y aquellos fariseos.

Vosotros habéis peregrinado, pero ciertamente de una manera nueva, cristiana. Y hemos llegado a Gandesa como último día de esta peregrinación, aquí donde realmente entrevimos hace muchos años, bastantes años, Joe, yo -estábamos presentes-, una nueva manera, podíamos decir, de estructurar la Teología. Antes de santo Tomás se practicaba lo que llaman ahora Teología positiva, aunque este nombre es moderno, y es fruto de la filosofía de Compte, del positivismo, que es ir sencillamente caminando por el mundo, ir observando e ir recogiendo los datos e ir acumulando cosas. Y la Teología partía de ahí: los Santos Padres, la teología de la antigüedad tenían esas fuentes de la Revelación, la Tradición, las Escrituras, e iban leyendo, iban sacando consecuencias, incluso Pedro Lombardo -podíamos decir en ese sentido- es el que culmina este período. Pero llega santo Tomás y, en vez de hacer esto, ir por el camino y leyendo las Escrituras, recogiendo las tradiciones, comentándolas…, hace una cosa, y es que coge todo ese enorme depósito de sabiduría acumulada, y entonces la estructura, la organiza. No sólo hizo esto, sino que en esos compartimentos que él estableció colocó todo lo que había de antes: esto aquí, esto otro aquí, esta otra cosa que dijo fulano aquí… Y además él puso mucho suyo también aquí y allá. Es lo que llaman una teología organizada. Y claro, él empezó muy bien pensando con ese esquema: lo primero, que es Dios, bien, pues el tratado de Dios; pero Dios es Uno y Trino, pues el tratado “de Trinitate”; luego el Verbo se encarnó, pues el tratado “de Verbo incarnato”, y después el Espíritu Santo, y luego una antropología, etc. Hizo la clasificación -tratado de fe, tratado de esperanza, tratado “de caritate”, “de virtutibus”, etc.-

 

Pues bien, pasados casi ochocientos años de santo Tomás, realmente hay una manera que ni es positivista, ni es ésta racional, esa teología tan racionalista en cuanto a compartimentos. En cierto modo santo Tomás se anticipó, ¡pero muchísimos, muchísimos siglos!, a asumir las ciencias este mismo sistema de organización racional de ponerles un esquema previo sacado de la razón para estructurar de alguna manera los conocimientos que tenían dispersos por una mera práctica positivista. Sin embargo, también en el siglo pasado, también resucitó esta idea positivista con Compte, como decíamos. Pero bien, pues Dios sabrá.

 

Pero hay otro sistema que es más vital. El mandamiento culmen de Jesús bien sabemos que es: amaos los unos a los otros, no de cualquier manera, no, como el Padre me ama a mí y Yo os amo a vosotros. Ése es el mandamiento máximo del cristianismo, de ser cristianos. Por lo tanto, cogiendo este mandamiento como conducto para el estudio de la Teología, realmente abrirá horizontes nuevos, tesoros nuevos irá descubriendo, que el mero sistema racional o el mero sistema positivista. «Amaos unos a otros.» ¿Y quién es uno, y quién es el otro? Aquí hay toda una antropología a descubrir, toda una teoría de conocimientos, una epistemología: unos a otros. Y amar. ¿Y qué es amar? Ese amar no lo sabremos mientras no vayamos ascendiendo escala: si Dios Uno y Trino, Dios Padre, nos ama a nosotros, este amor ha descendido a través de una cascada, Dios, hacia la Creación. Después de haber hecho la Creación, en ella hace la Humanidad. Él ya prevé que la libertad va a ser un riesgo en Adán, etc., todos los hombres pecamos; eso es un curso distinto de la historia, nacen otras personas, Él lo prevé y está dispuesto también a amarnos y a redimirnos. Fruto de este deseo suyo, Cristo, Verbo encarnado, viene a redimirnos, nos redime. Y fruto del Padre y del Verbo encarnado nos envían al Espíritu Santo, con Él nos hemos de amar unos a otros. Bien, ya vemos aquí qué es este amor que nos hemos de tener que es como el de Dios, que Dios no nos necesitaba para nada, no nos ama con ningún amor egoísta, puramente con un amor totalmente generoso, altruista, benevolente, sin interés ninguno, sino con pura generosidad, pura misericordia. Pues ya vamos viendo esto. Entonces, ese amor, ese único amor, el amor benevolente, que es el único amor que es amor verdadero.

 

Y bueno, ¿Quién es Cristo que nos ama? Ahí está, primero, todo el conocimiento de la humanidad, aquella sorpresa que tenían los discípulos, los apóstoles: ¿Quién es Éste? Hasta intuir luego, ver luego la revelación del Verbo hecho hombre: el Padre y Yo somos iguales, aunque el Padre es mayor porque es mi origen. Y así, ascendiendo entonces, paso a paso, el mismo recorrido que Dios ha hecho hasta nosotros para amarnos, hemos de hacer nosotros partiendo de nosotros mismos de amarnos también con un amor benevolente, claro, pero superior al que tenemos a los demás; partiendo así hasta ir escaleras arriba, subiendo los mismos peldaños que Dios bajó hasta amarnos a nosotros.

 

En fin, no me voy a extender ahora, pero esta idea es precisamente la que ha originado la Universitas Albertiana, que precisamente por surgir de aquí le llamamos «Universitas Albertiana de Gandesa». Y que por eso hemos venido y hemos celebrado Cenas Hora Europea con temas importantísimo sobre la Universidad, aquí, en el Hostal Piqué, [tuvo lugar en mayo de 1988] con tantos catedráticos, tantos profesores de fuera que vinieron para esta reunión, esta Cena de científicos, y también con personas muy egregias de Barcelona, y volveremos también otra vez. Y por eso estamos aquí, para recordar en esta catedral tan hermosa, en este altar tan bellamente restaurado, que es un signo realmente de futuro en la liturgia, de empuje hacia delante en la evangelización -que hay que felicitar al párroco, que ha hecho esta restauración, y que la sigue haciendo-. Pues ahí estamos para darle gracias a Dios de la peregrinación, de ese don de ver un camino que puede ser todavía más jugoso en adelante que el mero racionalismo, la estructura racional y más que el mero positivismo, porque está transido de amor. Pues bien, esta celebración, esta Eucaristía que preside Joe, dijéramos en ese sentido, hombre histórico de esta cuestión, sea para dar gracias de todo corazón nosotros de este peregrinaje de vuestro buen corazón, de vuestros buenos deseos y esperanzas, de vuestro grano ya de realidad que germinará y se hará muy grande, una mies grandísima; agradecer a las personas que os han acompañado a lo largo…, que no están aquí, que han pasado parte de la peregrinación; a las personas que os han atendido también en tantas partes; y sobre todo, gracias Dios.

 

Alfredo Rubio de Castarlenas

Homilía de 18 de Julio de 1991 en la iglesia parroquial de Gandesa, Tarragona

Comparte esta publicación

Deja un comentario