Conocer a través del arteDesde la Ilustración, la razón ha regido todo el sistema de enseñanza. Se ha tratado ante todo de formar seres racionales, ilustrados. Las directrices del racionalismo han marcado los planes de estudios desde la infancia hasta la Universidad. Las asignaturas troncales de los centros se mueven por objetivos, indicativos, evidencias. Y, en mayor o menor grado, se ha caído en un racionalismo empequeñecedor. Si es cierto que “el sueño de la Razón produce monstruos”, es decir, que cuando el ser humano deja de razonar se expone a toda perversión, también la sola razón omnipresente, relega la sensibilidad y mutila el potencial creativo del que todo ser humano dispone. Es cierto que progresivamente se ha ido introduciendo en la enseñanza una formación de la sensibilidad y la belleza. Pero siempre en tono menor, en forma de asignaturas optativas o actividades complementarias: la estética casi como un adorno.

Como sana reacción ante este modelo educativo regido por una razón omnipresente y presuntuosa, desde hace unos diez años, en diversos países, han surgido iniciativas muy interesantes para recuperar la formación artística en la escuela y hacer que el arte devenga el motor central de todo el proyecto educativo. Educar en su concepción más amplia a través de proyectos de arte que permitan al alumno construir conocimiento. No se trata simplemente de aumentar las horas de formación académica artística. Tampoco de hacer incursiones cortas a los museos o exposiciones o de asistir esporádicamente a un concierto. Se trata de que la plástica, el dibujo, el diseño, la fotografía, el cine, la danza, la música, ocupen un lugar central en la educación. Podríamos decir que se piense también desde los sentidos, capaces de descubrir y recrear la Belleza. En este marco, los docentes se convierten en acompañantes de unos alumnos que a través de la creatividad van descubriéndose y descubriendo nuevos mundos.

Se hacen alianzas con grandes museos, con instituciones ciudadanas y con artistas de prestigio. Citemos como ejemplo la maleta de arte Expressart, del Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona, la cual contiene miniaturas de objetos cotidianos que artistas plásticos despojan de su contexto rutinario para convertirlos en obras de arte. A partir de contenidos como el chocolate, el espejo, un soldadito o una partitura, se trabajan obras de Dieter Roth, Pere Jaume, Miralda o John Cage. Y en la misma línea se hallan los programas innovadores de las Escuelas Magnet, Tandem y los Creadores Residentes.

También hace aproximadamente diez años nace en Latinoamérica un centro educativo humanista, que ofrece a sus estudiantes, desde edades tempranas hasta la educación secundaria, una formación académica combinada con un alto nivel en formación musical, siendo de los primeros que se preparan para ofrecer, además, el bachillerato internacional superior en música. Se trata de la Franz Liszt Schule, ubicado en la localidad de Santa Ana, Costa Rica. Su directora Hannia Araya Abarca, es una mujer visionaria y apasionada por la música que ha convertido la escuela convencional en una institución educativa artística de primer nivel. Allí las asignaturas musicales están incorporadas al currículum docente. Un equipo de once educadores conforman el Departamento de Educación Musical, el cual vela por la formación artística de toda la población estudiantil. Los alumnos, además de especializarse en un instrumento solista, se forman en apreciación musical, solfeo y ensambles instrumentales. No es una escuela de música donde las clases son por las tardes en horas que están más cansados y dispersos, sino que las asignaturas musicales se imparten desde primera hora de la mañana, cuando los estudiantes están mucho más receptivos. Es una formación en la excelencia pero no exclusiva: también se admiten niños y niñas con pocos recursos de las aldeas infantiles del PANI (Patronato Nacional de la Infancia).

El maestro venezolano José Antonio Abreu, con una exquisita formación humanística y artística, en cuarenta años ha logrado sacar de la marginación a centenares de miles de personas por toda América Latina, con la complicidad de grandes directores de orquesta europeos. Su lema “Tocar y luchar” ha resultado sorprendentemente fructuoso en la formación armónica de la persona, aún en situación marginal. Que un niño ya de pequeño pueda construir su propio instrumento, que cuando tenga recursos pueda adquirirlo, lo cuide y lo mime, que sea capaz de hacer lo más hermoso: recrear y producir música, que sea capaz de ponerse de acuerdo para tocar con otros en concierto. Todo esto forma otro tipo de persona, mucho más sensible con su entorno, con autoestima proporcionada, armónica y equilibrada. Y una sociedad, en definitiva, más fraterna. Educar a través de la Belleza, conocer a través del Arte.

Jaume Aymar Ragolta

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