“Calumnia, que algo queda”, es un viejo aforismo de todos conocido en nuestras tierras. Se dice que llegó a nuestro entorno de la mano del filósofo y escritor inglés, Francis Bacon. En su texto De la dignidad y el crecimiento de la ciencia (año 1625), aparece: “Calumniad con audacia; siempre quedará algo”. No obstante, el propio autor manifiesta que esta expresión procedía de un dicho popular latín: “Calumniare fortiter aliquid adhaerebit” (que, tomado literalmente, sería algo así como: calumniar fuertemente algo se adhiere).

Buceando algo más en nuestros referentes culturales de antaño, me vino a la memoria cierta expresión bíblica. Al seguir su pista, encontré esta afirmación en el libro del Eclesiastés: “Hay tres cosas que me asustan y una cuarta que me da mucho miedo: chismes en la ciudad, tumulto de la gente y calumnia; son cosas peores que la muerte.”

Vemos, pues, que las tan tristemente célebres y prácticamente omnipresentes fake news, tienen parientes en la historia que las hacen menos novedosas de lo que podría parecer en una primera impresión.

No obstante, cabe señalar algunos aspectos que las diferencian de los bulos, rumores o calumnias que recogen nuestros viejos aforismos:

  1. Las nuevas tecnologías permiten una velocidad de propagación extraordinaria prácticamente sin costes de transmisión.
  2. Los nuevos canales son capaces de llegar a receptores a los que antes era muy difícil llegar, de una manera rápida y eficiente.
  3. Nunca hasta ahora han existido empresas que las ofrezcan como servicios a la venta. Trend Micro, una multinacional taiwanesa de ciberseguridad, detalla los resultados de su estudio sobre fake news (2017), mostrando que en la red profunda (Deep WEB) está incluso tarifada la contratación de este tipo de noticias para desacreditar a un particular, un político o un periodista, así como a una empresa o algunos de sus productos.
  4. La coexistencia de las fake news con el fenómeno de la posverdad: un emisor que lanza un contenido falso y un receptor que da más valor a lo que quiere creer que a la realidad. Ni el emisor ni el receptor valoran, pues, la verdad.

Ahora bien, la observación y análisis de lo que acontece no nos puede dejar impávidos. Como decía un amigo mío, “uno no puede permanecer impasible viendo cómo un incendio arrasa un bosque; algo se debe hacer”. Ciertamente, aun sin ser especialistas, cada quien puede aportar algo para luchar contra esta neobarbarie que no deja de crecer. ¿Qué podemos hacer? Principalmente, desarrollar un pensamiento crítico. Algunos apuntes al respecto:

–      Dieta informativa: no consumir en exceso y asegurar la calidad de la información que consumimos.

–      Formarnos para adquirir criterio y sentido de contexto.

–      Dudar razonablemente de las cosas, lo que nos lleva a…

–      …verificar, contrastar, intentar llegar a las fuentes, consultar, discutirlo con expertos o al menos personas más entendidas que nosotros a las que conozcamos.

–      No rebotar mensajes no suficientemente verificados.

–      Penalizar los comportamientos de las empresas, partidos, etc. que sepamos utilicen fake news como herramientas al servicio de sus intereses: no consumiendo, no votándoles…

–      Amar la verdad, incluso cuando resulte incómoda.

–       Construir nuestro razonamiento a partir de evidencias y conocimientos verificados.

–       Analizar si el razonamiento que se nos presenta se ha construido sobre evidencias y conocimientos firmes, y cuáles son.

–       Preguntarse siempre: si esto es verdad, ¿a quién favorece o desfavorece esta noticia?

Por otro lado, además de nuestras actitudes personales, es interesante conocer que hay diferentes realidades empresariales y políticas trabajando en este campo:

  • Desarrollo de programas de inteligencia artificial que identifiquen las fake news (MIT technology review de octubre 2018).
  • Empresas que utilizan la red y sus propios recursos para encontrarlas, combatirlas, neutralizarlas o eliminarlas.
  • Algunas iniciativas políticas nacientes.

La seriedad y la creatividad son poderosas armas con las que la humanidad puede responder a estas acciones deleznables, generando ámbitos de confiabilidad. Actuar con sentido común, pensamiento crítico y discreción es una buena baza para estos tiempos convulsos.

Joaquim Planasdemunt

Comparte esta publicación

Deja un comentario