I. De la llegada de Cristóbal Colón a Barcelona, hará, el próximo abril, 500 años. Si para América fue importante el 12 de octubre de 1492, para Europa lo fue ese primaveral mes del año siguiente.
De inmediato, en una imprenta de la calle del Call de Barcelona, se estampó la carta de Colón al banquero Santángel que recogía los datos del Descubrimiento y desde la Ciudad Condal, la noticia de este evento se difundió oficialmente a todas las Cancillerías de los gobiernos situados en lo que ya empezó a llamarse desde entonces «el Viejo Continente», como nos recordaba Juan Miguel González Feria, Rector del Colegio Mayor de Salamanca.
Barcelona, hacía más de 200 años ya era cuna de la democracia. Su «Consell de Cent» se fundó y empezó a ejercer su potestad a mediados del siglo XIII. En el año 1283, Cataluña alcanzó una alta meta democrática: se reunió en la Ciudad Condal, por primera vez, el Parlamento, asamblea de las Cortes representativa de todos los estamentos sociales. Ambas instituciones se crearon muchos años antes que el Parlamento inglés, constituido en el año 1295. Barcelona sumó a la notoriedad de la noticia del descubrimiento, la gloria de ser el origen de la democracia parlamentaria.
Los reyes Isabel y Fernando estaban en esta ciudad y aquí esperaron con impaciencia al intrépido Almirante, temerosos de que pudieran enterarse de los pormenores de esa expedición otros reyes antes que ellos. en el cercano Monasterio Jerónimo de la Murtra, donde los reyes moraban, conversarían emocionadamente con él de su fecunda peripecia, como precisa el historiador Jaime Aymar.
Fray Ramón Pané, miembro de la comunidad de ese monasterio, acompañó a Colón en su segundo viaje, convirtiéndose en el primer evangelizador y etnólogo de América, y redactor del primer libro escrito en una lengua europea en ese Nuevo Continente. Asimismo, llevó en ese viaje una imagen de la Virgen de la Merced, patrona de Barcelona, que, desde entonces, lo es de la República Dominicana donde desembarcaron.
Todos estos títulos de nuestra ciudad son más que suficientes para celebrar en el próximo 1993, el que Barcelona pueda llamarse con justicia «puerta europea de América».
II. Pero esta conmemoración no debe ser para anclarnos en efemérides pasadas por muy deslumbrantes que sean, sino que han de ser trampolín para el futuro.
Fue en el siglo XVIII cuando se acentúo la presencia de Cataluña en América, con sus industrias y sus navíos. Todo se acrecentó en el XIX. Y no ha mermado en el XX.
En la presente alborada del próximo siglo, hemos de planear qué mayor intercambio puede haber entre nosotros y el continente americano. De hecho, ya son muchas las actividades que se están desarrollando. Por otra parte, Cataluña, en el gozne de lo Hispano con Europa, puede ser catalizadora de muchas de las posibles relaciones europeas con los países de Hispanoamérica.
Somos conscientes de los enormes valores que esas naciones allende el Atlántico, nos ofrecen de humanismo, finura de espíritu, alegría de existir, capacidad de sufrimiento, de trabajo abnegado y de esperanzados sueños. ¡Cuánto nos han aportado y cuánto podemos aprender!
Y tampoco cabe duda de que muchas cosas, asimismo, les podemos aportar. Interesante es recordar las anteriores Jornadas Interdisciplinares organizadas por el Ámbito de investigación y Difusión María Corral –tan ligado a esta Revista RE– «Encuentro con América» del año 1987. En ellas también se desarrolló el tema desde una postura realista existencial, de no sentirnos los presentes –ni unos ni otros–culpables de los errores del pasado porque no existíamos. Liberados así de prejuicios y rencores absurdos, trabajar cordialmente juntos en pro de una sociedad mejor para todos.
Precisamente las nuevas Jornadas de este año, como también este número de RE, son para profundizar aún más en todos estos temas.
Junto a esta visión humanista, aquellos barceloneses que son creyentes recuerdan también con sensibilidad, que seis aborígenes de América que Colón hizo que le acompañaran como prueba fehaciente de las tierras encontradas, fueron bautizados en la Catedral de Barcelona cuyo recinto puede llamarse, la «pila bautismal de América». A otros 14, que también vinieron con él, los dejó en tierras andaluzas, quienes luego fueron bautizados en el Monasterio extremeño de Guadalupe.
Todos quedamos sorprendidos y admirados de la gran cantidad de ciudades y pueblos que en esos anchurosos países transoceánicos, llevan el nombre de Barcelona.
Muchos intelectuales hispanoamericanos, relacionados con las grandes editoriales barcelonesas para la publicación de sus obras, han llamado a nuestra ciudad «capital editorial de Latinoamérica».
Planeemos, pues, el futuro con eficiencia y cordialidad.
El Museo «Catalunya-América», que se inaugurará en abril de 1993, puede contribuir a ello.
Alfredo Rubio de Castarlenas
Publicado en:
Revista RE, tercera etapa, Nº 33, noviembre de 1992.