Algunos creen que esa particularísima paternidad virginal de san José sobre el Niño Jesús es de grado inferior a la que tienen los padres de este mundo sobre sus respectivos hijos. ¡Nada más opuesto a la verdad! Es la paternidad más alta que pueda pensarse.
Veamos por qué: todos sabemos que el alma de los niños la crea Dios directamente; en cambio, los animales, cuando engendran un hijo, lo hacen completamente, es decir, engendran su cuerpo y su alma vegetativo–sensitiva. Y no por ello decimos que la paternidad de un perro es más plena y verdadera que la del hombre, sino al revés. Precisamente porque en el hombre, Dios mismo –Padre y fuente de toda paternidad– colabora tan directa y estrechamente, que queda el padre humano enaltecido. Colaborar con Dios no es desdoro ni mengua, sino gloria y eficacia.
Más aún: todos sabemos también que un niño bautizado «es» cuerpo, alma y gracia. Y la gracia es una criatura divina que se sobreañade al niño formando un todo, un «hombre nuevo». El padre de esa criatura es padre de todo ese hombre nuevo, a pesar de que Dios haya intervenido otra vez directamente creando y dándole la gracia. Y este padre terreno queda aún más enaltecido, pues es más grande ser padre de un cristiano que serlo de un pagano.
Si por estar bautizado un niño –tener alma y gracia directamente de Dios– fuera menos hijos de su padre terrestre que si no tuviera la gracia, se daría el absurdo de que un padre pagano podría hallarse más padre de sus hijos que un padre cristiano. Y ya vemos que un padre cristiano, porque Dios mismo ha colaborado aun más en la formación total de su hijo en gracia, es padre de una manera más noble y alta.
Llegamos ya al punto al que va dirigido este artículo. San José alcanza, él solo en la historia de la humanidad, el grado más alto de noble y grandiosa paternidad. Caso único e irrepetible. Dios mismo, Dios Padre, puso en el Niño Jesús, no sólo el alma humana, no sólo la Gracia –en grado plenísimo–, sino que, en el seno de María asume la obra de la semilla humana. ¿Será por ello San José menos padre del Niño Jesús que los demás padres de la tierra de sus hijos? Antes al contrario: es el grado sumo del Padre; serlo, con la máxima colaboración de Dios, del propio Hijo de Dios.
Si no fuese así, se daría el absurdo de que siendo la Sagrada Familia, la familia más cristiana de todas, forzosamente ejemplo y paradigma de todas ellas, no serviría para modelo, pues san José tendría «de prestado» su autoridad. Un san José capitidiminuido no puede ser ejemplo y motor para padres de familia que lo serían más que él.
Ser padre virginal es ser aún más padre de su hijo que los demás padres de los suyos. Y no hay ninguna contradicción entre la paternidad de Dios y la paternidad terrestre.
Todos somos criaturas de Dios y criaturas de nuestros padres, que son instrumentos de ese mismo Dios Padre, en grados sucesivos cada vez más altos: perro, niño, niño en gracia.
El caso límite y más grandioso es san José: su hijo es Hijo de Dios, y como instrumento es él el más cercano a Dios. Éste ha creado no sólo el alma de Cristo, y su Gracia, sino la obra misma que en otros hace la semilla humana. Lejos de tener, pues, san José una menor paternidad, él, verdadero esposo de María, es el Mayor Padre que ha habido en la tierra. Por eso es también Patriarca pleno y universal de esa Iglesia de la que la Virgen es Madre por obra asimismo del Paráclito.
Alfredo Rubio de Castarlenas
Publicado en:
Revista Apostolado Sacerdotal, Nº 231-232 de 1996.