El tema de esta Cena queda justificado por muchos motivos:

– ¡La juventud oye música! y los jóvenes son el futuro. Hasta por las calles circulan, con sus walkmans. Unos escuchan música moderna, modernísima, pero también recuerdo cómo llenan, por ejemplo, el maravilloso recinto gótico del Hospital de la Santa Cruz en noches de verano al aire libre para aplaudir a intérpretes excelentes de música clásica. Las Juventudes Musicales… Cómo llena nuestro Palau de la Música.

– Siempre es futuro porque la música se renueva siempre en sus estilos, sonoridades, nuevas maneras de expresión y nuevos instrumentos y hasta formas nuevas en sus escrituras.

– También es algo muy a tener en cuenta en el porvenir, las aplicaciones de la música en campos tan inesperados como el análisis psicológico de las personas y su empleo como nueva terapéutica.

– Es herramienta para explorar los espacios siderales, al dar testimonio de nuestra inteligencia y sensibilidad a otros posibles planetas habitados.

– De ese saco sin fondo que contiene las siete notas, no cesarán de salir prodigiosas armonías desconocidas o raras desarmonías, profundamente musicales también, para sorpresa y gozo de las sucesivas generaciones.

– Todo verdadero diálogo humano engendra avances hacia el futuro. Cuando este comunicarse es sin palabras, como ocurre con la música o las caricias, es un lenguaje universal, capaz de conmover a todos los seres humanos sean quienes sean y de donde sean. La música puede por ello convertirse en el mejor foco internacional de paz, de belleza y verdadera plenitud de complacencia. Y esto no sólo es futuro, sino que es, además, el futuro que precisamente deseamos.

Pregunta:

– ¿Qué sugieren los invitados ponentes de esta noche para que nuestros oídos se abran a la música del presente que apunta hacia el futuro, perforando el tiempo? ¿Qué pedagogía habría que elaborar para ello?

– ¿Qué educación habría que dar a esas multitudes jóvenes que se apiñan en magnos conciertos de «rock» o llenan las discotecas del mundo para que supieran apreciar y gozar con las obras cumbres de la música de todos los tiempos?

-¿Qué hemos de hacer para no ser solamente sujetos pasivos sino que dejemos brotar la música, sin temor –sin pudor, diría– por todos nuestros poros, músculos, voz y expresión, como para sentirnos más sintónicos con la armonía del Universo?

– Y, finalmente, ¿Cómo se puede liberar a la música de la tentación de ser a veces instrumento de dominación, de guerras, de negruras del espíritu, tremendista o desmanteladora del propio ser humano hasta destruir en él, la sonrisa?

Alfredo Rubio de Castarlenas

Publicado en:
Revista RE, 2ª etapa, Nº11-12, enero de 1989.
propuesta del coloquio de la XIII Cena Hora Europea.

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