Con el problema vivo aún en Chiapas nos damos cuenta que hay hogueras que no se apagan, como un mensaje trágico que acompaña a la historia de la humanidad, en el que se refleja la violencia entre las personas y los grupos.

Sin embargo, frente a estas manifestaciones de comunicación distorsionada, destructiva y arcaica, en la que el lenguaje de la coacción y la fuerza de las armas sustituye al de la concordia, han existido y existen, personas y grupos que están dispuestos a defender los valores de una convivencia pacífica, creadora y cons-tructiva por abismales que sean las diferencias de la sociedad.

«Carta de la Paz» es un documento elaborado desde las raíces mismas del humanismo, para concientizar a todos los hombres del compromiso histórico presente, del cual somos protagonistas y en el que se cifran las esperanzas de alcanzar lo que constituye el anhelo más profundo de su ser: la paz.

El documento que en estos días recorre nuestro país, reconoce las trágicas y continuas quiebras de paz entre los distintos pueblos del mundo. Sus patrocinadores, la Universidad Albertiana de Barcelona y el Ámbito de Investigación y Difusión María Corral, preparan un acto solemne de entrega al secretario de la ONU, el 1º de enero, jornada dedicada a la Paz mundial.

Partiendo de un principio universal y evidente, la carta señala que los con-temporáneos no tenemos ninguna culpa de los males acaecidos en la historia, por la sencilla razón de que no existíamos. Razón lógica y para que cada persona pueda constituirse en borrón y cuenta nueva. Y será desde aquí desde donde haya que erradicar los odios, los distanciamientos que como barreras se han elevado entre personas y grupos.

¿Por qué no ser amigos y trabajar juntos para construir globalmente un mundo más solidario y gratificante para nuestros hijos y para nosotros mismos? Pareciera una meta utópica, pero no inalcanzable, cuando radica en lo más profundo de nuestro ser el anhelo de crear un ambiente favorable para lograr las plenas aspiraciones personales, compartidas con quienes nos ha tocado ser hermanos en la existencia.

Es preciso que las sociedades, regidas por un sistema de libertades, den un salto cualitativo para defender y propiciar que toda persona pueda vivir de acuerdo con su conciencia, sin atentar nunca a la libertad de nadie ni provocar daños a los demás ni a uno mismo.

«Carta de la paz» busca sentar los cimientos cuyo protagonista es el hoy, no el ayer, con su inmenso poder destructivo, ni el mañana como una esperanza. La contemporaneidad ha de marcar el esfuerzo en favor de los que existimos y tenemos derecho a vivir la vida con dignidad humana.

Alfredo Rubio de Castarlenas

Publicado en:
Excelsior de México, en noviembre de 1994.

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