A principios de noviembre se efectuarán las elecciones presidenciales en el vecino país del norte. Durante los debates sostenidos por los candidatos todos han subrayado especialmente el fortalecimiento de la familia como una básica necesidad que asegure su futuro.

Todo el mundo conoce el concepto de familia basado en la realidad de la sangre. Pero hay otro concepto también real más hondo y más amplio: Todos somos hermanos en la existencia.

La existencia es nuestra primordial familia. Todas las diferenciaciones entre los individuos genéticas, ambientales, culturales, etc., se construyen sobre esta base trascendental del existir.

Hacer de la familia carnal el básico elemento de la sociedad lleva a establecer divisiones entre los seres humanos y a desencadenar fuertes competencias entre ellos.

Una visión de la familia que olvide ese nivel más elemental de todo ser humano que es el mero existir puede desencadenar terribles turbulencias y guerras.

La familia es algo real, bueno, necesario, pero debe ser como un cilindro: abierto por la base a esa primigenia comunidad de todos en la existencia y abierto también por arriba para incorporar a sus miembros y los hijos, con solidaridad, a la sociedad toda. Pero qué difícil será esto segundo si la familia, cerrando su fondo como un saco, no sobre su savia del común existir de todos en la Tierra.

Por muchas diferencias que pueda haber entre un esquimal y un pigmeo, es mucho más lo que les une: ¡Existen!

Muchas filosofías o éticas luchan contra esa prepotencia que irroga la familia básica, pero lo hacen desde una inmanencia de aquello mismo que combaten, pues pretenden hacer unas nuevas familias, hijas de ideologías o intereses globales a nivel muy terreno.

Todos hemos de descubrir nuestra fundamental fraternidad existencial. Sobre esa realidad, la familia, los consanguíneos encontrarán su justo lugar. La familia no constituirá quebraduras en la convivencia que fluye de ese manantial más hondo y gozoso del existir codo a codo.

Alfredo Rubio de Castarlenas

Publicado en:
El Excelsior de México, octubre de 1992.

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