Siempre me había parecido que la palabra «obsoleto» estaba obsoleta. Muy pocas veces la había leído en periódicos o Iibros. Pero, hete aquí que he descubierto que un derivado suyo está en plenísima actividad y, por lo que se ve, con gran futuro: la obsolescencia. ¡Incluso hay ingenieros en obsolescencia! Su fin es hacer que las cosas se vuelvan pronto obsoletas, o sea, inservibles.
Las grandes empresas contratan a estos técnicos para que, ya sean neveras, o coches, o televisores, no duren demasiado. Ellos hacen que algunas piezas se desgasten con mayor premura de lo que sería normal, y así los usuarios se ven precisados a comprarse otro coche, otra nevera, otros aparatos de video o de alta fidelidad. Mucha fidelidad, pero por tiempo limitado, que esos cuidadosos ingenios calcuIan cuál debe ser, para el mayor beneficio de las empresas que los contratan.
Antes uno se compraba un CadiIlac para toda la vida o se hacia una sólida casa que sirviera incluso a los nietos. Ahora no; a expensas de los consumidores, todo está condenado a ser pronto, obsoleto.
Alfredo Rubio de Castarlenas
Publicado en:
El Adelantado de Segovia, mayo de 1990.
Listin Diario, junio de 1990
Poble Andorrà, mayo de 1990.
Listín Diario, junio 1990.
El Brogit, febrero de 1991.
Revista de Badalona, mayo de 1991.