A Eugenio Forcano, ese gran fotógrafo catalán de tanta fama y multitud de importantísimos premios internacionales, le conozco desde que él era joven. Siempre creía que estaba enfermo del corazón. Y no lo estaba.

Ahora sí. Aquella sensación parece, en estos momentos, una premonición. Un día próximo le practican un «by pas»: puentes con propias venas injertadas y cosidas en su corazón para suplir una coronaria casi obturada. Pero no es raro que toda la vida la haya pasado con palpitaciones y «doliéndole» el corazón. Su enorme sensibilidad artística y humana, le hacían sufrir de continuo.

Escogió un determinado arte para expresar su mundo interior, como también, desde él, el mundo que le rodeaba. Respetándolo, a la vez que iluminándolo con el resplandor inquieto de su espíritu. Con las luces y sombras que su máquina fotográfica engullía vorazmente, hacía verdaderas radiografías del ser, del sentir y hasta del pensar de las personas.

Con frecuencia sus encuadres recogían cosas, gentes de monótona cotidianeidad, pero que él lograba que aflorase todo lo insólito que entrañan tantas veces. O lo contrario: encuentros con objetos, escenas, verdaderamente sorprendentes, él las transmutaba en algo humano cercanísimo, como si fueran parte de nosotros mismos.

Ha cultivado –y ha convertido en belleza punzante– todos los campos de su profesión. Reportajes, publicidad, paciente trabajo de estudio, o vorágine de esfuerzo frente al mundo, siempre cambiante, novedoso e impensable.

En todos ellos ha triunfado. La Fundación que llevará su nombre y el Museo, que a su sombra se está gestando, darán prueba abundante de su celebridad bien ganada.

Honró ya la portada del Nº 7 de la segunda fase de nuestra revista. Una bellísima fotografía, hecha con la especial técnica por él descubierta. No hay objetos en ese tipo de fotografía. Es el puro entrecho que dé luz en el aire produciendo imágenes sorprendentes, inimaginables antes. Es un fotógrafo realista y lírico y subrealista. Todo a su debido tiempo; crudo a veces y onírico.

Por eso le hemos dado otro aldabonazo a su generosidad. Que nos facilitara, precisamente para este número actual de RE dedicado a nuestros sueños, dos obras suyas, nada figurativas son como un caos primigenio pero en las que se insinúan vagas formas que son todavía estremecimiento de luz que hacen presentir ya lo que será luego, cuando terminada, la creación.

Alfredo Rubio de Castarlenas

Publicado en:
Revista RE, segunda etapa, Nº11-12, agosto de 1990.

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