El tratado de Roma, la creación del Mercado Común, el Parlamento Europeo, como tres hitos del camino hacia una mayor integración política, son deseos, esperanzas y realizaciones progresivas de una nueva Europa, más justa, más solidaria, más pacifica y más feliz.

España se incorpora, con todas sus nacionalidades vivas, en el área de estas nuevas instituciones y, por ellas, a estos proyectos de una Europa renovada.

Son muchas las cosas que, una vez rebajado el listón de las fronteras, podemos y debemos asimilar de los países hermanos que componen este continente. Debemos descubrir cuáles son las aportaciones mejores que pueden hacernos, y asimilarlas.

Nuestros países ibéricos pueden, en cambio, ofrecer otras muchas cosas al resto de Europa. Millones de turistas procedentes de todo el continente nos «han descubierto». Muchas son las visitas culturales que nos han hecho. Ellos mismos sabrán lo que les place o lo que más necesitan de nuestra idiosincrasia.

Pero sí creemos que les podemos ofrecer tres sugerencias para el bien de todos:

1. Comprender que, si las cosas en la historia de nuestros pueblos europeos hubieran sido distintas, habrían ocasionado que el porvenir histórico hubiera sido diferente, repercutiendo así hasta en las cosas más individuales y personales como los encuentros, los enamoramientos, los matrimonios y los engendramientos.

O sea que hoy habría en este continente, otros europeos, pero ninguno de nosotros. Todo lo que haya acontecido en el pasado, bueno o malo para los coetáneos, posibilitó para nosotros un gran bien, ya que el hecho de que los acontecimientos históricos hayan sucedido de la forma como ha sido, ha conformado las circunstancias exactas para que los presentes existamos, para que tengamos el gran tesoro fundamental.

2. Ninguno de los presentes es culpable de los desaciertos de los antepasados ni tampoco fuimos coactuantes de sus hechos meritorios y encomiables. Por tanto, nos tenemos que sentir absolutamente liberados de remordimientos y de fatuas vanaglorias. Esto nos ayudará a estar más abiertos los unos a los otros.

3. Libres, pues, de remordimientos y de resentimientos contra los descendientes de los que nos hicieron daño de otras naciones, —ya que tampoco tienen ninguna culpa del pasado— estamos todos en una situación gozosa, de plena alegría de coexistir, abiertos sin obstáculos a la solidaridad y al abrazo cordial. Y a colaborar en todos los campos técnicos, culturales, científicos, y de arte para ajardinar el mundo presente con una mayor justicia común, paz y fiesta. Y además, ésta será la mejor manera para que acontezca un futuro luminoso.

Alfredo Rubio de Castarlenas

Publicado en:
Diario Avui, enero de 1986.
Diario de Sabadell, enero de 1986.
Diario de Terrassa, enero de 1986.
El Adelantado de Segovia, enero de 1986.
L’Actualitat, febrero de 1986.
La Cronica de Mataro, marzo de 1986.
El Ecos del Cidacos, junio de 1986.

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