Unos amigos me llevaron a visitar unas grandes bodegas de vino, muy famosas, en Móra d’Ebre.
El propietario, un gran hombre de empresa, catalán, que representa hoy la cuarta generación de una familia de ilusionados viticultores, nos las mostró gentil y exhaustivamente. Y también generosamente, pues el vino de honor que nos ofreció fue de lo más suculento y exquisito, tanto en lo sólido como en los distintos caldos de la casa.
Y ¿qué tiene esto que ver con los rosales heroicos? Pues, sí.
Al terminar la visita, unos empleados nos acompañaron hasta la salida de aquellos enormes tinglados que cubrían depósitos de acero, redondos y tan grandes como los de una refinería de CAMPSA, pero para albergar vino en lugar de gasolina.
Antes de despedirnos, nos mostraron con un amplio gesto de la mano los viñedos limítrofes, ya de un verde fresco y claro en ese mes de mayo. Estaban cuidadísimos; formaban, en verdad, un paisaje muy bello al sol tibio de la mañana. Yo me fijé en un detalle y lo anuncié en voz alta a mis acompañantes:
– ¡Mirad, qué hermoso! ¡Al principio de cada hilera de vides hay un rosal, y cuántas rosas en ellos!
Añadí:
– Nunca había visto este maridaje tan ordenado de rosales con cepas. Felicito a estos cultivadores por este ornato inesperado.
Los técnicos de la bodega sonrieron.
– Estos rosales no los hemos plantado para hacer bonito. Es una técnica que trajimos de la Borgoña. Todas las enfermedades que pueden atacar a la vid, atacan también a los rosales pero con unos quince días de antelación. Se ve que estas plantas son más débiles, o más sensibles; así nos anuncian la plaga y tenemos quince días para tomar precauciones y evitarla en las viñas.
Quedé admirado. Los rosales utilizados como conejos de indias. ¡Qué oficio tan sacrificado tienen aquí! ¡Dejarse exponer a las enfermedades de los viñedos para prevenirlas! Morir para evitar males mayores a sus primas hermanas lejísimas, las uvas. De nuevo es el sacrificio, ahora trascendental, entre especies distintas: o entre la flor y el fruto; y, en este caso, de la más bella flor y la más jugosa fruta. Hete aquí que la rosa, reina de las flores, se ha hecho sirviente y esclava, heroicamente, de los racimos en agraz.
Alfredo Rubio de Castarlenas
Publicado en:
El Diari de Girona, agosto de 1988
La Montaña de San José, noviembre de 1988.
Catalán en El Eco de Sitges, diciembre de 1988.
Revista de Badalona, octubre de 1989.