Todo el mundo sabe qué es el sadomasoquismo. Películas, televisión, periódicos, nos hablan de él con frecuencia. No digamos los psicólogos, los sexistas o la panoplia de los «sexshops».
Pero todo ello no es más que la punta que aflora de un inmenso iceberg cuando, en cambio, podíamos creer que sólo eran manifestaciones aberrantes de muy pocas personas. Las Asociaciones que han surgido recientemente para acoger y defender a tantas esposas maltratadas o a niños verdaderamente martirizados por sus padres, nos ponen en alerta sobre la extensión de este fenómeno, ya se manifieste de una manera u otra. Y eso tampoco es todo.
Sabemos que sadismo significa que hay gente que, para alcanzar placer, necesita causar dolor. Y los masoquistas, por el contrario, necesitan sufrirlo.
Pero esa conducta fluye de un psiquismo que es, a su vez, sádico o masoquista, o ambas cosas conjuntamente, sean cuales sean las muchas posibles causas de estos trastornos.
¿Por qué hay tantos matrimonios infelices? Se martirizan con menosprecios, desprecios, punzantes ironías, ¡sarcasmos! Palabras hirientes, celos atormentados y atormentadores, improperios, desplantes mutuos, gritos… ya desde el desayuno.
Parece que pasados los primeros romanticismos, necesitan de este largo y torturado camino para poder llegar, en su momento, al éxtasis.
En efecto: hay un sadomasoquismo frecuente en las parejas, –sin necesidad de látigos, botas, ni bofetadas–, meramente psicológico, pero terrible. Y cuando una de las partes no lo soporta más, acaba huyendo, separándose. Matrimonios rotos… ¡después de cuánto sufrimiento!
Pero podemos aún rebasar ese marco de «sociedad intermedia» que es la célula familiar.
¿Qué es, si no, el «voyerismo» contemplador con complacencia, tremendas violencias, guerreras o ciudadanas, de toda índole, en tantos comics, filmes y otros medios audiovisuales?
¿Qué es, si no, el portarse agriamente tantas veces entre empleados y patronos, compañeros o subalternos, estudiantes y profesores? Igualmente, la feroz y despiadada competencia en los negocios. Hay empresas que rechazan a los hombres que son felices en su matrimonio y escogen como ejecutivos a los que son duros en su familia, porque así serán igualmente agresivos en las industrias. Y, ¿qué es la lucha de clases? ¿Y el terrorismo o las torturas?
Las guerras… ¡qué exaltados desfiles de los triunfadores sobre la doblada cerviz de los vencidos! Y de los muertos.
Ante todo ello, el sadomasoquismo sexual, puede llegar a parecernos casi una pequeña muestra del ancho sadomasoquismo que nos invade a todos en la sociedad.
Y no sólo con los demás. Empezamos por serlo muchas veces con nosotros mismos. No estamos contentos si no tenemos complejos, remordimientos, o no sentimos con actitud la «no aceptación» de quiénes somos y cómo somos. Y también nos maltratamos para gozar: fumando, bebiendo, drogándonos, estando insomnes o quedado exhaustos por un activismo en vorágine, como una loca y continua danza de la muerte en medio de la vida.
¡Qué bueno sería poder paladear la existencia, la convivencia, la amistad y el amor: con paz, distendidos, tranquilos, con ternura, comprensión, solidaridad. Deseando de verdad hacernos, con armonía, mutuamente felices unos a otros, en este planeta tan hermoso que hemos recibido en herencia!
Pero incluso, para colmo, maltratamos a los animales, contra toda su sensibilidad e instinto, por ejemplo, en dantescas granjas de aves, por el placer de comérnoslas.
Machacamos la Tierra bajo nuestros pies – mientras su cuerpo aguante– con los mayores desvaríos antiecológicos.
¿Cómo vamos a poder adormecernos, al cabo de la jornada, sosegados y con alegría?
Alfredo Rubio de Castarlenas
Publicado en:
Catalunya Cristiana, noviembre de 1990.
Diari de Sabadell, diciembre de 1990.
El Adelantado de Segovia, febrero de 1991.
Estris, junio de 1991.
Poble Andorra, mayo de 1991.
Listín Diario, octubre de 1991.