¡PERO NO!

 

Señor que me condenas

a ser un surtidor.

¡Siempre manando agua

de sol a sol!

 

Siempre agua viva y nueva

que esparzo en derredor.

Por los caños de la pileta

se va lo que es mi voz;

 

se va quién sabe a dónde

sin ya más verla yo.

Y tengo sed. Querría

 

bebérmela, Señor.

Tenerla en mis entrañas

de estanque y piedra y sangre de arrebol.

 

Ir bebiéndola a sorbos,

regustar su sabor

y repalpar por dentro su frescura

¡pero no me lo permites, no!

 

Y se me va muy pronto lejos

de borbotón en borbotón,

más allá de las bardas

para dar a los campos su frescor.

 

Querría al menos, antes de romperse

con el tiempo mi piedra y mi tazón,

tener un poco a mi hermana agua

toda alrededor

para acabarla de pulir

gota a gota, y son a son.

 

Poder dejar así el agua

bien hecha y reluciente a cada albor.

 

Pero no, no me dejas tiempo

¡oh, Dios!

que he de seguir manando agua

mientras Tú quieras darla al surtidor.

 

Alfredo Rubio de Castarlenas

 

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