A Juan Luis
marino peregrinante
Tú siempre en el mar, en el mar.
Sólo los duros bloques
de piedra de los muelles
donde se acarician los barcos,
donde se asientan las gigantes grúas.
Te adentras solamente
por calles y tabernas con salobre
y fugaces pensiones con ventanas
que se abre al mar ¡siempre el mar!
que empapa tus sentidos,
tus esperanzas,
tus sueños.
Pero ahora tan sólo peregrinas
por tierra firme y senderillos.
El cielo descansa en los montes
y no en el redondo horizonte azul.
Y oyes la hermosa novedad
de los pájaros con sus trinos.
Te gusta caminar erguido
entre hojas amarillas
y flores otoñales;
con frío seco:
comiendo almendras y madroños
y cálidas castañas.
Andar rozando manantiales
y pinos
y árboles para ti desconocidos.
¡Qué lejos las tabernas de los puertos,
su gente marinera,
sus oscuros negocios
y el amor como asidero del náufrago
enfebrecido
Aquí el sol parece otro sol
y el aire tiene sabor de hierba.
En la noche te duermes
mirando con sorpresa
la luna
que no se balancea.
¿A dónde peregrinas?
¿A Monserrate? ¡Sí!
Y más allá
al mar de nuevo!
pero llevando, franciscano,
nuevos sentires,
romero y pájaros,
fraternidad y hombría.
Paz y Bien
Alfredo Rubio de Castarlenas