Al Señor

En el día de San Francisco

 

No quiero, no, permanecer de hinojos

que dijiste querías fuera amigo.

Igual que Juan, deseo estar contigo

mis ojos a la altura de tus ojos.

 

No han de ser mis rodillas cual rastrojos

condenadas al fuego, ausente el trigo.

De pie, a tu mismo paso, yo te sigo

entre hojas secas o floridos tojos.

 

Otras veces, Señor, lo sabes bien,

te agrada obedecer, y a donde voy,

vienes, sellando así nuestra amistad.

 

Oso llamarte amigo yo también.

Y si ayer te seguí, me sigues hoy.

Y estando Tú, ya es todo eternidad.

 

Alfredo Rubio de Castarlenas

 

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