Convivencia es vivir acompañado.
Sin otros, nuestra infancia hubiera muerto.
El hombre no es salvaje. Es un huerto
de intercambio de amor bien conversado.
No es tampoco un vivirse lado a lado;
¡así estará mi cuerpo cuando yerto!
Las distancias no cuentan si es muy cierto
nuestro aprecio por cada ser amado.
El vero convivir, es lo más bello.
Se languidece como frágil flor
si ayunos estuviéramos de ello.
¡Convivir es el sol, el agua, el aire!
Si los otros nos quitan su calor
nos matarán con su cruel desgaire.
Convivir es bien fácil si hay amor.
No cuesta nada. Si uno al fin se da,
cada otro también se ofrecerá
y nadie nunca sentirá temor.
La convivencia es un mutuo loor
y servicio, que nunca acabará:
cuanto más haya amor, más crecerá,
dará ramas en todo su esplendor.
Es Dios quien quiso que su breve ausencia
estuviera vestida de presencia
por la alta cercanía unos de otros.
Así -olvidando nuestros egoísmos-,
el mismo Dios como vosotros mismos
y yo, podemos exclamar ¡nosotros!
¡Qué difícil llegar a convivir!
Estar no basta, juntos bajo un techo
ni incluso ser pareja en mismo lecho
si los “yos” no se quieren reunir
en una misma sintonía del sentir.
Atentos hay que estar, siempre al acecho,
de cualquier leve grieta que en deshecho
y ruina, tornaría ese vivir.
Y nada más hermoso en este mundo
que una potenciadora convivencia
que vuelve a cada uno más profundo.
Ser unos sin doblez y de verdad
es de la vida, la más alta ciencia.
Y convivir ¡es siempre novedad!
Alfredo Rubio de Castarlenas