¡El difícil oficio de ser hombre!
no menos duro que el de ser mujer.
Si el femenino amar es laborioso
igual cavar gozosamente bien.
Difícil olvidarse y sólo amar;
no dormirse y seguir, seguir amando.
Machar y remachar con brío tenso
día tras día, siempre, sin cansancio.
Luminoso quehacer de la amistad
ese darse sin tasa y sin medida:
sentirse, ser, racimo ¡estrujado!
en un septiembre largo de vendimia.
Agotador camino hacia el Cielo,
pisado y repisado en el lagar
y, olorosamente, rezumando
vida y más vida, mosto a fermentar.
El difícil oficio de ser hombre:
ese “antes de morir” ¡siempre velar!
Alfredo Rubio de Castarlenas