Grisácea era la tarde
y en el corazón llovían
mil cifras de calendario
de ya pretéritas citas.
Era, sí, muy gris la tarde
mientras se desvanecía.
¡Me fue más clara la noche
que esas horas vespertinas
que poblaban de fantasmas
mis interiores marismas!
¡Oh tarde sin osamenta
como una semana fría
que no tuviera domingo
ni amaneceres, ni vida.
Tarde vacía de pájaros,
cielo de muertas neblinas.
¡Qué larga, larga la tarde
en el tiempo detenida!
Solo con mi soledad
sin hacernos compañía.
Las campanas remachaban
silencios cuando tañían.
¡Esa tarde… esos meses,
esas lunas… esos días,
en que tú tan sólo eras
alguien en la lejanía!
Llégate noche que borras
con sombras de tinta china
los contornos y distancias
y huellas de los estigmas!
Hasta el tiempo nos parece
que como un niño dormita.
Noche, mejor no alborees
¿para qué, un mediodía?
En la noche todo es uno,
el mundo, a una palpita.
En la noche, sí, yo siento
que me miran tus pupilas.
Yo siento en lo oscuro, sí,
muy cerca tu voz amiga.
Alfredo Rubio de Castarlenas