Mary Carmen, mi sombra, mi memoria

prudente alentadora de mi andar,

eco vivo que suena sin cesar

pues su gracia de oír es bien notoria.

 

Perseverante cangilón de noria

que sube el agua para yo regar

los campos del Señor desde el albar,

con su paciencia ganará la gloria.

 

Y sus miradas, en el Cielo puestas

siempre en el hombro con su cruz a cuestas

tras de mi sin saber a dónde voy.

 

El trabajo en sus manos, es suave

como primaveral vuelo de ave,

ayúdame a dar, más, lo que doy.

 

Alfredo Rubio de Castarlenas

 

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