Paulin, de cara asombrada
ante lo desconocido
ávida.
Asimilas los lenguajes
como los días el alba
y los conviertes en luz
de honda, amistosa palabra.
Escribímoste estos versos
sobre un tapete naranja
Castaño y yo merendando
en un bar junto a tu plaza.
Te recordamos: tomamos
chocolate y ensaimada
que bien también estuvieras
aquí, junto a otra taza.
Prometemos invitarte
otra tarde sosegada.
Traes tu pelo Amarillo,
fresco, tulipán de Holanda
al sol vertical candente
de playa mediterránea.
Traes tu nórdica tez
–tanta veces reflejada
en los suaves canales
de tus verdes tierras bajas–
para que alcance el color
de la arena en vez del nácar
y tu espíritu, mitad
cartesiano de Francia
y mitad de escandinavos,
lentos, brumosos fantasmas,
estallara en nuestra Iberia
en un clavel escarlata.
Recibimos como un don
la dulce belleza lánguida
de tus paisajes y casa
medievales, tus molinos
de acariciadoras aspas,
tus cielos veraniegos
azul pálido y malva;
tus prados y tus flores
tus prados verdes, lluviosos,
tus praderas florecidas,
tus zuecos, y tus barcas
tus puertos vivos de barcas
tu contrapunto de zuecos
y tus pintores de cálida paleta.
Alfredo Rubio de Castarlenas