PERDONAR

Se dice que algunas personas mayores conservan resentimientos o rencores que bien les hacen sufrir. Este poema, tan hermoso y tan cristiano, es una guía para todos en esta tarea, tan noble y ennoblecedora que Cristo nos encomienda: «amad a los que os persiguen».

 

Perdonar es firmar

con sangre un cheque en blanco

y dejarlo sin trabas

encima de la mesa

al descansado alcance

de quien, habiéndose arrepentido,

anhele regresar ¡y venga!

a la mansión amiga.

 

Si aquellos que nos maltrataron

persistiendo en su alejamiento

quisieran ser ladrones

de este leve papel azul

¡de nada les serviría

que estuviera firmado y rubricado!

Entre sus manos sucias

el tan valioso documento

se les desharía en cenizas

por las aceras

antes de que llegasen

al Banco visible de la amistad

sin precio.

 

Un cheque en blanco ciertamente

es el perdón

que se ofrece de veras.

Porque es el «per-donar»

estar dispuesto

a donar «muchos dones»

a las mismas personas

que mal malbarataron los primerizos

regalos

que les dimos, cándidamente.

Si vuelven les ofreceremos ¡sí!

aún más.

Que es mayor la alegría

del acercarse aquellos que se huyeron

¡los amigos perdidos

de nuevo recobrados!

 

No importa que se fueran

setenta veces siete.

Cada vez que nos vuelven

es porque mejor nos conocen

y cada vez se nos retornan

con mayor confiada libertad.

Y más humildes,

más verdaderos.

 

Perdonar, es más todavía.

Es salir

sin que nos importe

el tiempo borrascoso

ni el día ni la hora

ni el qué dirán

los amigos que nos quedaron.

Salir llevando entre los dedos

este cheque sin números

–el corazón–

y caminar por todas las veredas

en busca

de esos amigos

desamigados,

perdidos en el bosque.

Qué gozo al encontrarlos aún viviendo,

no muertos del todo,

pues al vernos sonríen

como niños que juegan

al escondite aunque asustados

de intuir los peligros

que en la maleza de su soledad, aleves

les acechan.

 

Perdonar es amar sin límites.

Es reamar muchas más veces,

multiplicando

la misma intensidad gozosa

de la pleamar del amor.

 

Y perdonando

es ¡sí! como mejor se alcanza

que los demás ¡al fin!

nos amen plenamente.

 

(Y… también lograremos

que ellos, a nosotros

–tantas veces a nuestra vez perdidos–

nos busquen sin sosiego y nos hallen.

Y mirándonos como sin mirarnos

¡nos reperdonen!)

 

Alfredo Rubio de Castarlenas

 

Poema publicado en la revista Vida Ascendente en noviembre de 1993.

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