Soneto a Avila ante la llegada de un nuevo Obispo

 

Bien asentadas tierras sobre rocas;

buen aguante al temblar de los cipreses.

Ciudad-navío con sus cien banpreses

para el vaivén de teresianas tocas,

 

Más de trescientas mil orantes bocas

apretando en brazos los           

de la fe y el amor ¡oh si supieses

quién es exactamente aquel que invocas.

 

Sé firme para sostener su báculo

–el más alto ciprés de tu horizonte–

que barre, en los cielos, todo obstáculo

 

¡alégrate, ciudad-oasis, cabila

de fuerzas del espíritu. Sí! ponte

de fiesta. Cristo mismo viene ¡Avila!

 

Alfredo Rubio de Castarlenas

 

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