Según datos del informe realizado por Google recientemente, en estas fechas la ocupación de los servicios públicos en Catalunya ha disminuido el 80% respecto las mismas fechas en años anteriores. El impacto del COVID-19 está siendo extraordinario. Nada de lo que está sucediendo era previsible en ningún escenario imaginado. Colegios cerrados, restauración sin actividad, el espacio aéreo restringido, la economía en todo el mundo paralizada. Las grandes ciudades con una actividad frenética hoy parecen desiertos de asfalto.
Como resultado llevamos semanas confinados en casa sin poder salir. Sin embargo, a cada uno nos ha sorprendido en circunstancias distintas. Algunos acompañados de nuestras familias, otros con los compañeros de pisos, y otros lejos de casa sin poder regresar. Dentro de este marco disponemos de tiempo para leer, pensar, ver televisión, reflexionar i otras actividades que hasta el momento no encajaban con nuestras agendas. Se abren nuevos horizontes y también aparecen nuevas ilusiones. Es una puerta abierta a la creatividad y a soñar.
Por otra parte, los días son como una montaña rusa, pasamos de manera repentina del soñar al llorar. Vivimos en una realidad cortoplacista sin saber la dirección hacia donde caminamos. La experiencia del ya, pero todavía no. Todo esto nos conlleva ansiedad y tristeza. Por eso en estas circunstancias echamos de menos pequeños gestos diarios que no se producen. Por ejemplo, hemos perdido la presencia física de personas o los abrazos y, porqué no, también los achuchones. Como seres sociales que somos esta ausencia de presencia nos rompe por dentro y tenemos la necesidad de rearmar vinculaciones.
Gracias a los avances tecnológicos como los móviles, los programas informáticos y apps nos permiten disfrutar de la presencia a distancia. Ya nos hemos acostumbrado a quedar en el Zoom, el Jitsi, en el Meet o en el Teams. Medios que un mes atrás no usábamos y algunos de nosotros no conocíamos. Frente a las necesidades surgen las posibilidades. Gracias a las nuevas tecnologías hemos podido introducir nuevos hábitos como son las videoconferencias. Hemos recuperado parte de las presencias de nuestras vidas.
El confinamiento nos ha permitido experimentar una nueva dimensión de la presencia de los demás. Descubrimos en esta novedad que la presencia a distancia también nos reconforta. Cuantas veces hemos oído la expresión: “nos hemos hecho presentes”. Del mismo modo durante estos días de no presencia, el consuelo ha sido la presencia en la distancia. Hemos sido capaces de formalizar presencias distintas a través de los medios disponibles como una videoconferencia, una llamada, un WhatsApp o unos aplausos generalizados.
Sería bueno recordar la presencia en la distancia cuando hayamos pasado unos cuantos meses del impacto del COVID-19. Todos, en un momento u otro, necesitamos de las presencias de nuestros seres queridos. No podemos olvidar aquello que ha sido motor durante estos largos días. Una vez recuperemos la normalidad y podamos disfrutar de una presencia física con abrazos y achuchones, sería bueno seguir cultivando esta dimensión que hemos redescubierto de la presencia. El agradecimiento y consuelo en momentos de dificultas deberemos transformarlo en consolidación de los hábitos adquiridos estos días.
Ignasi Batlle