¡Oh Ángeles que siempre habéis logrado
la alta docilidad de Juan Miguel
quien supo oír en mí la voz de El
en los miles de días que han pasado
de este cuarto de siglo deslizado
solo hacia Dios en único riel.
–Tú también, Juan Miguel, has sido fiel
y es éste tu trofeo más preciado.
Oh Ángeles silentes de la Guarda
¡gracias! seguid guiándole en la densa
vida de pastoreo que aún le aguarda.
Que halle siempre la dócil sintonía
de sus fieles, divinamente tensa.
–Verlo, será mi gozo y tu alegría.
Alfredo Rubio de Castarlenas