Soneto viajero a Alberto Antúnez
Alberto, Ángel Custodio del Camino
Me abandono a dormir mientras conduces.
Sé que, prudente, miras bien las cruces.
Y, sobrio, no te tienta nunca el vino.
Pensar y distraerme compagino
sin temer ni a las sombras ni a las luces.
Apenas digo algo y ya deduces
lo que espero y deseo de tu tino.
Si en la vida diriges el trabajo
con esa clara presurosa calma
y alegre y bondadoso desparpajo
¡qué no harás al conducir tu alma
para que suba desde aquí abajo!
Irá tranquila en tu abierta palma.
Alfredo Rubio de Castarlenas