Las formas de organización de los equipos de trabajo han ido cambiando con los momentos históricos, esto es muy evidente, por ejemplo, con respecto a lo que acontece en nuestros días en comunicación y en movilidad. Todos sabemos que hace cincuenta, incluso veinte años, era impensable andar con un dispositivo en el bolsillo que nos conectara literalmente con el planeta; así como era impensable el intercambio migratorio y cultural que la humanidad vive.
Actualmente, es un hecho que, para una gran parte de la humanidad, olvidar, perder o estropeársele el teléfono móvil es un desastre. Vivimos –estamos viviendo en el presente- un positivo cataclismo comunicacional que permite cotidianamente gran simultaneidad e instantaneidad con muchas personas. Nuestros aparatos móviles nos abastecen de todo tipo de información: si va a llover, a qué distancia estamos de nuestra cita y cómo llegar a ella, noticias a la carta, mensajería… Todo ello hace también más evidente que nunca, que somos dependientes unos de otros.
Por otro lado, incluso gracias a lo anterior, muchos trabajos permiten cada vez más ser realizados en casi cualquier lugar y hora, y por lo mismo, cada persona es responsable de organizar sus tiempos y de pedir las ayudas pertinentes para realizarlos. El concepto de “jefe” de antaño, responsable del control y supervisor de todo, no tiene tanto sentido cuando hay claridad en la descripción y distribución de las tareas en el equipo. Ello es fascinante y muy desafiante porque entran en juego muchos elementos que apuntan al crecimiento personal en el trabajo.
Se considera positivamente el desarrollo de habilidades, la disposición a aprender, adaptarse y saber pedir. La empresa de hoy es más colegial. La autoridad se acerca más a un líder al servicio de facilitar el rendimiento de su equipo y asegurar que lo que se desarrolle sea coherente con la empresa.
Rafael Echeverría, creador de la “ontología del lenguaje”, en el texto escrito en el año 2000, disponible en internet “La empresa emergente”, habla de: “una forma nueva y más poderosa de hacer empresa, basada en el papel que desempeñan las conversaciones en el ámbito organizacional”. Este concepto de empresa, todavía novedoso, se vincula a la capacidad de cada uno de transformarnos y transformar el mundo en que vivimos según lo que interpretamos, de ahí las conversaciones.
En la Universitas Albertiana proponemos la práctica de tener largos espacios personales en soledad y silencio y la importancia de profundizar en el realismo existencial como descubrimiento del valor único de la existencia. Son dos cosas distintas, pero bien relacionadas entre ellas y compatibles, por cierto, con los beneficios de las nuevas tecnologías y la posibilidad de tener conversaciones transformadoras con otros. La persona que guarda tiempos de contemplación cotidianamente, logra también acercarse a lo sustancial y relacionarse con otros desde el tronco del ser. El silencio está en el origen de todo, todo empieza con un silencio. La existencia concreta de cada uno y la novedad que esta contiene es un descubrimiento revelador que nos puede ayudar a transformarnos y emprender grandes empresas transformadoras.
Elisabet Juanola Soria