A P. Ballester que me ha dado
el Cristo de Kowalska       

                     

 AL CRISTO DE KOWALSKA

 

¡Quién es Éste que con figura amable

me mira fijo y casi sonriendo

y me pide que mientras voy viviendo

persista en el amor sin ser mudable?

 

¡Cristo! Con una mano su inmutable

Corazón me señala el pecho hendiendo.

Con la otra me está como diciendo:

Hola Amigo! No temas. Ven, que te hable.

 

¡Oh Jesús, de los rayos rojo y plata,

ojos azules, y de igual blancor

que aquél de tu Tabor! ¿Quién no te acata?

 

A las Tres justamente, de la tarde

–tan sólo por tu Gracia ¡oh, Señor!–

siento en verdad, que el corazón me arde.

 

Alfredo Rubio de Castarlenas

 

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