Ángeles de apagar el rojo fuego
que estalla tantas veces en la Tierra.
No el fuego del infierno, ese que aterra
sino el que mata aquí insensible y ciego.
Este fuego Señor que no doblego
pues lo prende y aviva toda guerra
y en su circo candente nos encierra,
el alma y la amistad destruye luego.
¡Sí!, Ángeles, venid a este universo:
Sin vuestra ayuda todo será adverso
y las llamas tornarán todo en ceniza.
En esta Geografía tan amada,
¡oh!, hombre de la tierra requemada,
¿de la Paz, la bandera, cuándo izas?
Alfredo Rubio de Castarlenas