¡Señor Señor! ¿por qué este mundo nuestro
nos es tan traicionero y mal amante,
nido de odios y seres inclementes
que hacen que casi todos se apuñalen,
cuando eres todo amor y nos pediste
que nos amáramos sin ser nunca bastante?
¡Si es tan fácil volver a ser felices
y tan gozoso amar y que nos amen!
¿Por qué, por qué Señor no te escuchamos
y de nuevo volvemos a matarte?
Qué negra cerrazón, Señor, la nuestra:
vivir en el absurdo y el dislate
cuando el sol nos resale cada día
y en cada albor nos acaricia el aire.
¿Por qué, por qué, Señor somos tan ciegos
si incansable nos das luz a raudales?
Perdóname, Señor, que no te vea
a pesar que “palpitas” por mi “carne”.
Alfredo Rubio de Castarlenas