Carmen Arroyo:

Tenías preparado

un sol candente

de llamas rojas, en un aro

que lo abrazaba

de brillante y cálido barro.

 

Luego, cayó la nieve

y así se convirtió

en amistoso ágape

a la sombra del sol

en este mediodía

del tiempo de Ascensión.

 

¡Alba, encrucijada de caminos

según la Rosa de los Vientos!

Gracias por tu hospitalidad

al viajero sin aliento.

Como a Teresa siempre me acogéis

cuando aún de improviso vengo.

 

 

Emocionados por tu espléndida y sabrosa “paella” cordialmente,

Alfredo Rubio de Castarlenas

 

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