I – Hallamos a Santiago por la calle
arrumbado muy junto a una pared.
Era de noche y no pasaba un alma.
Sin pensarlo dos veces le llevé
con amor en volandas sobre el coche
que estaba alegre de portarle a él.
II – ¿A dónde? A tu casa, pues tenía
–grabado con un dedo cual cincel–
tu nombre, un “Don Diego” como palio
a su aureola de ultimez.
III – Con mimo reparaste su alba barba.
Diste a sus ojos nueva luz también
y pusiste a su lado larga estrella
hacia tu Compostela hecha Belén.
IV – Hoy vemos que fue todo profecía
de vuestra peregrinación a pie.
Te llamó, os llamó, y puntuales
recorristeis mucho sol y vergel.
Dabais paz y alegría a vuestro paso
a quienes os calmaban hambre y sed.
¡Qué gozo al fin al vislumbrar sus torres
y olvidando el cansancio, aún más correr!
¡Qué alegría llegar para abrazarle,
darle un beso de paz y bien querer!
Cordialmente a Diego y todos los peregrinos, en este mes de Agosto del 89, en recuerdo y felicitación.
[Esta peregrinación fue organizada por la iniciativa de Diego Martínez Linares, desde Javier –Navarra– hasta Santiago de Compostela.]
Alfredo Rubio de Castarlenas