María Jesús, Adriana
compañeras de viaje.
Siempre solícitas, fieles,
sin hacer nunca un desaire.
Incansable secretaria
una; andando por sus valles
y sus montañas tan verdes
que no envidian a los bables.
Incansable conductora
esa otra que le es dable
venir de México a darnos
cuerda para que nos jale
gran elegancia de espíritu
les es innata y afable
y su coloquio es, siempre, siempre,
acertado y chispeante.
Bien cierto que estar mejor
acompañado, no cabe.
Para defenderme bien
del mal, son fieros guardianes.
Dos ramilletes de flores
cuando cruzamos la calle.
Y al ir por los campos son
como dos cantoras aves.
Hasta los gallos se callan
cuando el templo pisan suave. (1)
Hasta los Ángeles miran
con envidia este viaje.
Alfredo Rubio de Castarlenas