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Sí; ponedme sábanas blancas.

Sobre ellas, cualquier color es bueno:

esmeralda, topacio o azabache.

(La piel rosada –y arropada– en el invierno

o la tostada intensa del verano

bajo la intemperie del cielo)

Un pijama cobrizo en el otoño

como las hojas que se lleva el viento.

O un pantaloncillo azul en primavera

como el mar que nos llama ya despierto.

Sobre los lienzos blancos

todo desnudo es bello.

¡Poned sábanas albas

para los cuerpos!

¿Y qué mejor mortaja puede haber,

qué más limpio velero

que una pobre sábana blanca

para ir a lo eterno?

 

 

Alfredo Rubio de Castarlenas

 

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