En la habitación,
el rincón para rezar
no tiene más mobiliario
que una vela

cuando la llama se enciende
todo el espacio se gira,
silenciosamente,
estremeciéndose en el ritual.

A veces creemos que para abrir un canal de comunicación con Dios se necesitan grandes experiencias, un retiro que nos cimbre en lo más hondo o una vivencia radical que nos abra los ojos a la fe renunciando a las veleidades del mundo. En realidad, cualquier comunicación está hecha de simples gestos, cotidianos, sinceros, nacidos del corazón. Lo importante es la disposición de apertura que adoptemos para ser conscientes de que el Otro forma parte de nuestra vida y nosotros de Él.

Somos uno para el otro o, mejor dicho, somos uno en el otro. Soy en Dios, tanto como Dios es en mí. No se trata de complementariedad, sino de sintonía. Hace poco aprendí la palabra “cronotopía”, que no es otra cosa que la coordenada tiempo (cronos) y espacio (topos). El aquí y el ahora, del cual oímos tantas veces hablar.

Dios es aquí y ahora: presente y presencia.

El rincón para rezar del poema es uno, una misma. Ese lugar dispuesto que somos cuando hacemos consciencia de que Dios es en mí.

La vela en llamas, es el ahora consumiéndose para ofrecer luz y calor. La presencia de Dios, en sintonía con mi presencia, encienden esa llama.

Así estando Dios y yo, todos alrededor captan el perfume del Amor. Quizás no perciban a Dios y, por lo mismo, no puedan decir: míralos cómo se aman. Pero sí podrán intuir Algo y decir: mira cómo ama.

Texto: Javier Bustamante
Producción: Hoja Nuestra Señora de la Claraesperanza

 


blanco blanco blanco blanco

Comparte esta publicación

Deja un comentario