A Mary, al partir yo de Chile

 

Estoy enfermo.

No sé si de nostalgia.

Me duele la osamenta

del cuerpo; y del alma.

 

Me invade la fatiga

de años y distancias.

De decir: ¡Hola! y en segunda ¡Adiós!

a personas amadas.

 

Mas tengo que sacar

fuerzas de flaquezas amargas

pues sólo así, en esta vida

hacia el Cielo se avanza.

 

Tan sólo así

perdura la esperanza

de saludar de nuevo muchas veces

a aquéllos que nos aman.

 

¡Pero si el Cielo es eso,

–quién lo pensara–!

Estando en Dios, decirse siempre

un ¡Hola! que ya nunca acaba.

 

 

Alfredo Rubio de Castarlenas

Desde mi cuarto de enfermucho, en “ambitus capuchinorum” de Concepción.

 

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